La banalidad del mal
Tras la segunda guerra mundial y con la victoria de las fuerzas aliadas sobre las fuerzas del eje, se produjeron entre 1945 y 1946 los famosos juicios de Núremberg. En estos juicios se procesó a antiguos lideres nazis por crímenes contra la humanidad. Uno de los aspectos que llamó la atención de todo el proceso fue que muchos de los nazis argumentaron en los juicios que cometieron los crímenes porque se limitaban a cumplir órdenes. En 1962 fue ejecutado en Israel el oficial nazi Adolf Eichmann por crímenes contra la humanidad. En el juicio que se le realizó, Eichmann también alegó que lo hizo porque cumplía órdenes. Un año después la filósofa Hannah Arendt publicó su libro Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal. En este libro Hannah Arendt engloba a Eichmann como el tipo de individuos que han cometido actos atroces pero que no se les puede considerar como personas con personalidades patológicas ni sádicas. Eichmann es descrito como un padre de familia normal y corriente, un tipo vulgar, un tipo cualquiera. ¿Cómo es posible que una persona aparentemente normal pueda cometer actos atroces en un momento determinado? ¿Eran sádicos con rasgos de psicopatía todos los oficiales nazis que cometieron actos de barbarie contra los judíos?
En 1961 el psicólogo social y sociólogo Stanley Milgram basándose en el caso de Adolf Eichmann se planteó esta pregunta, ¿Acaso Adolf Eichmann y los demás nazis actuaron de ese modo porque solo estaban cumpliendo órdenes? Para responder a esta cuestión Milgram diseñó un famoso experimento en el que quería comprobar hasta que punto personas normales podían cometer actos crueles cuando una autoridad se lo ordenaba. En el experimento, siguiendo las órdenes del experimentador, personas aparentemente normales aplicaban descargas eléctricas a otras personas que se encontraban en una habitación contigua, las cuales respondían con gritos de dolor al recibir las descargas. En realidad estas personas no estaban recibiendo ninguna descarga y eran actores que estaban colaborando en el experimento.
El experimento de la cárcel de Standford puede responder a la misma pregunta que se hizo en su día Milgram sobre la obediencia a la autoridad y otras preguntas como, ¿hasta qué punto de crueldad pueden llegar ciertas personas a las que se les ha revestido de cierto poder? Los resultados del experimento confirmaron la hipótesis de Milgram.
Un controvertido experimento
El experimento de la cárcel de Standford fue un experimento realizado por el psicólogo estadounidense Philip Zimbardo en 1971. Aunque el experimento fue financiado por la armada de los Estados Unidos, ya que querían saber la razón por la cual se estaban cometiendo diferentes motines y revueltas en sus propias cárceles militares, Zimbardo quería comprobar como el entorno y la adopción de determinados roles podían cambiar a los individuos y los grupos.
Para reclutar a los participantes se publicó un anuncio en él que se buscaban estudiantes universitarios varones que quisieran participar en un experimento sobre la vida en prisión. El experimento duraría de una a dos semanas, y se les pagaría 15 dólares diarios. Posteriormente respondieron al anuncio 75 jóvenes, los cuales fueron sometidos a un periodo de selección en el que se les realizaron entrevistas, test psicológicos y exámenes médicos para descartar a los participantes que tuvieran posibles desordenes psicológicos o antecedentes de abuso de consumo de drogas. Finalmente, la muestra final tras el proceso de selección estuvo compuesta por 24 hombres jóvenes, estudiantes universitarios, norteamericanos y canadienses, de raza blanca, de clase media y residentes en los alrededores de Palo Alto (Estados Unidos).
Zimbardo y sus colaboradores de forma aleatoria dividieron a los jóvenes en dos grupos, un grupo formado por doce de ellos formaría parte del grupo de los agentes penitenciarios, el otro grupo formaría parte del grupo de reos. A los participantes se les informó de que el grupo de reos vivirían confinados en la prisión, y el grupo de agentes penitenciarios realizarían turnos de 8 horas. A continuación, al grupo de prisioneros se les dijo que se marcharan a casa, ya que tenían que esperar una visita que se les iba a realizar en breve.
Una patrulla de policía se presentó en cada una de las casas de los jóvenes asignados al grupo de reos, se les informó de que iban a ser detenidos por la violación de los artículos 211 y 459 de código penal, a saber: robo a mano armada y hurto, en este punto los jóvenes estaban realmente sorprendidos, a continuación se les esposó, se les registró para comprobar si portaban algún tipo de arma, se les leyó sus derechos y finalmente fueron conducidos uno a uno al departamento de policía de Palo Alto.
Una vez en prisión se procedió a realizarles las correspondientes fotos de frente y de perfil, y se les leyó una serie de estrictas normas de obligado cumplimiento, de estas normas cabe resaltar que a los reos se les despojó de su nombre y a partir de ese momento se les empezó a llamar por un número que cada uno tenía asignado. Se les entrego a los prisioneros unos uniformes, se les puso una media en la cabeza para simular que tenían la cabeza rapada y se les puso unas cadenas en los tobillos que tenían que llevar en todo momento y les impedía moverse con total libertad. Todas estas medidas estaban destinadas para quebrantar la personalidad e individualidad de cada individuo.
Los guardias no recibieron ningún tipo de entrenamiento especifico y se les dijo que no podían ejercer violencia física sobre los prisioneros. Zimbardo y sus colaboradores les hicieron ver a los guardias, para darle más realismo al experimento, que se encontraban ante una situación real en la que ellos eran los guardias de la prisión y tenían que mostrar su autoridad. También se les proporcionó unas gafas de sol oscuras para que los prisioneros no pudieran establecer contacto visual con ellos y no pudieran ver las emociones que mostraban. Se les suministró unos uniformes tipo policial y unas defensas.
La prisión a la que fueron trasladados los participantes del experimento no era una prisión en realidad, sino el sótano del departamento de psicología de la universidad que se habilitó como una cárcel, a esta prisión improvisada se la denominó “La prisión de Standford”.
Para construir esta peculiar prisión, pusieron puertas con barrotes en los laboratorios, por lo que a partir de ahora estos serían las celdas. Había un corredor central que sería el patio, donde los presos en principio podían comer, caminar y hacer ejercicio, había un baño que los presos podían utilizar, pero siempre eran conducidos a él con los ojos vendados. También se construyó una celda de aislamiento para los presos que quebrantaran las normas, se instalaron cámaras y sistemas de grabación de voz para vigilarlos y grabarlos en todo momento.
Debido a que el tamaño de la cárcel era tan reducido, de los 24 participantes se escogieron a nueve del grupo de guardias y a nueve del grupo de vigilantes a los seis restantes los enviaron a casa y se les dijo que se les llamaría si fuera necesario.
El primer día de confinamiento los presos fueron despertados a las 2:30 de la madrugada con ruidos y silbatos para realizarles un recuento (el primero de tantos que se realizarían). La finalidad de estos recuentos era afianzar el poder que tenían los vigilantes sobre los presos. Al principio tanto los reclusos como los guardias no asumieron del todo los roles que tenían asignados ya que los guardias no sabían exactamente como aplicar su autoridad y los reclusos no se tomaban del todo enserio los recuentos. Aquí empezaron los primeros conflictos entre guardias y reclusos. Los guardias cambiaron rápidamente el chip y empezaron a mostrarse más severos ante cualquier muestra de desobediencia por parte de los presos. Por ejemplo, empezaron a obligarles a realizar flexiones y extensiones de brazos como castigo.
Al segundo día del experimento se desato un motín por parte de los presos en el cual se quitaron las medias de la cabeza, se arrancaron los números de sus uniformes y formaron barricadas con las camas colocando sus resortes en las puertas de las celdas. Los guardias debido a la presión de la situación solicitaron que vinieran los 3 guardias restantes que estaban en la situación de suplencia. A continuación, los guardias decidieron resolver la situación rociándoles el polvo de unos extintores. Posteriormente entraron en las celdas, desnudaron a los presos y metieron a los cabecillas del motín en las celdas de castigo, finalmente empezaron a cometer humillaciones hacía el resto de presos.
Para evitar futuros motines uno de los guardias tuvo la idea de empezar a utilizar técnicas psicológicas para crear inestabilidad en los presos, para ello seleccionaron a los tres presos que menos se habían implicado en la revuelta, les devolvieron sus ropas, les dejaron lavarse los dientes, asearse y les dejaron permanecer en una prisión que acababan de acondicionar con más comodidades que las demás. A los demás presos se les obligó a pasar hambre mientras que a los presos privilegiados se les administraba una comida especial que posteriormente comían delante de los demás presos. En este momento del experimento consiguieron que la confianza entre los presos desapareciera. Para crear confusión los guardias decidieron sacar de las celdas privilegiadas a tres de los presos “buenos” y meter a otros tres de los presos “malos”. Esto hizo que entre los presos se creara un clima de desconfianza ya que pensaban que entre ellos había informantes y colaboradores de los guardias.
Debido al suceso del motín los guardias se convencieron de que los presos eran peligrosos y querían atentar contra ellos por lo que empezaron a volverse más crueles. Pasaban los días y las humillaciones y tratos vejatorios hacía los presos iban creciendo. No se les dejaba orinar y defecar en el retrete por lo que tenían que realizar sus necesidades en un balde dentro de la celda, el cual no podían vaciar y como consecuencia empezó a emanar un hedor insoportable que los reclusos tenían que soportar.
El experimento se estaba saliendo de control, uno de los presos empezó a sufrir disturbios emocionales, con episodios de llanto descontrolado, furia y pensamiento desorganizado, pero Zimbardo y sus colaboradores pensaban que estaba fingiendo para conseguir su libertad y no le hicieron el menor caso, en este momento del experimento parecía que a Zimbardo, que estaba ejerciendo el rol de superintendente de prisión, también le estaba afectando el experimento ya que tampoco mostraba ningún tipo de empatía ni compasión.
Las vejaciones siguieron, los guardias obligaban a los presos a limpiar los retretes con las manos desnudas, les obligaban cada dos por tres a realizar más flexiones a modo de castigo.
El quinto día del experimento el equipo de psicólogos de Zimbardo convenció a los guardias de que no les filmarían ese día por la noche, lo cual era un engaño para observar cómo se comportaban cuando no eran observados. Ese día los guardias empezaron a abusar de manera despiadada de los prisioneros como nunca antes se había visto.
Finalmente debido a que el comportamiento sádico de los guardias se estaba saliendo de control, y los presos mostraban muchas conductas patológicas, el experimento fue cancelado ocho días antes de la fecha prevista
Conclusiones
Zimbardo con este experimento llegó a la conclusión de que personas normales revestidas de cierto poder y con unas condiciones ambientales determinadas pueden cambiar de actitud y convertirse en personas sin escrúpulos y crueles.
A pesar de lo popular y novedoso que fue en su momento, este experimento muestra problemas de validez científica por lo que es muy difícil extrapolar sus resultados a la vida real.
La muestra de sujetos es muy pequeña y no es lo suficientemente representativa para que sus resultados se puedan generalizar al resto de la población.
Hay probabilidades de que los sujetos en el experimento debido a la presión de lo que se esperaba de ellos, hayan adoptado los roles típicos de la situación. Por ejemplo, los guardias actuaron de manera cruel porque la situación ambiental lo requería.
Al haber intervenido Zimbardo en el experimento cumpliendo el rol de superintendente de la prisión, sus expectativas pueden haber influido en los resultados y es probable que haya llegado a unas conclusiones sesgadas.
Resultan interesantes las críticas que realizó a este experimento el filósofo y psicólogo social de la escuela de Fráncfort Erich Fromm, el cual afirmó que las personalidades de los individuos fue lo que determinó las conductas que estos mostraron en la prisión y no al revés, para ello utilizó ejemplos de los campos de concentración nazis. Otra crítica de Erich Fromm fue afirmar que los test psicológicos que se realizaron antes del experimento no podían predecir las conductas sádicas que mostraron los guardias de la prisión.
Debido a que este tipo de experimentos están prohibidos en la actualidad difícilmente podremos llegar a saber si Zimbardo estaba en lo cierto o no. Suponiendo que los resultados de Zimbardo fueran válidos y teniendo en cuenta los resultados de los experimentos de Milgram surge esta pregunta ¿Hubiésemos actuado nosotros igual que Eichmann si una autoridad nos lo hubiese ordenado?
Bibliografía
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