De orco, órquica. La sociedad actual es órquica, no solo porque está repleta de orcos, sino porque en ella imperan los valores que les son propios. Vamos a situarnos.
Para la mitología clásica, el orco es similar al averno, el lugar al que van las almas de las personas que pecan; también refiere unas criaturas mitológicas de la tradición celta que asaltan los caminos y atacaban en los bosques. Pero me quiero referir a la mitología de Tolkien. Los orcos aquí son una raza malvada y oscura, creados por el enemigo como burla de los elfos (seres que representan la belleza y la sabiduría), para utilizarlos de ejército, los secuaces del enemigo, monstruos salvajes
Así que, cuando aludimos a que la sociedad está orquizada no nos referimos a calificativos positivos, ni virtudes, sino todo lo contrario. Lo propio de los orcos es su naturaleza malvada, entre ellos se odian, se llevan mal, sus relaciones están marcadas por el egoísmo y la violencia. Necesitan un caudillo, al que suelen temer, que les dice lo que tienen que hacer. Esto es, los orcos no son libres, sino que son dependientes de un poder que les dirige. Ante este poder, se muestran temerosos, pues tampoco los trata bien, sino que son herramientas para lograr su objetivo; poco importa la vida del orco, hay muchos, cuando cae uno, se repone con otro. No es una raza que forme una comunión, una familia, son pura mano de obra: esclavos.
El principal rasgo del orco es su poderío físico, son bestias de enorme poder y ensalzan todas las potencialidades como el vigor o la resistencia, la fuerza y unido a su número, provocan que sea un enemigo a tener en cuenta. Pero no sobresalen por su inteligencia, ni su belleza, tampoco por su sabiduría.
Se constata en El señor de los Anillos, que los orcos son un pueblo desunido, necesita de un líder (Sauron) para agruparse y formar un asentamiento. No tienen voluntad para decidir por sí mismos, ni tampoco criterios justos o mínimamente ecuánimes. Simplemente se dedican a cumplir la voluntad de su amo, tampoco obtienen recompensas si tienen éxito. Visto así, es una vida sin ninguna finalidad, fuera de cumplir mandatos. Por así decirlo, no existe proyecto alguno de futuro. Son fruto del momento, del ahora.
A lo largo de los libros, a diferencia de otras razas en las que se habla de estados de ánimo, expresión de sentimientos, valoración de emociones con los orcos no sucede lo mismo, son hoscos y sus encuentros están marcados por la hostilidad. Incluso las viandas que llevan para el camino son valoradas como algo desagradable, beben algo similar al alcohol o las drogas que les produce embotamiento a la vez que les da fuerza para seguir avanzando, como estimulantes y anestesiantes. Porque lo importante para ellos es avanzar, seguir camino, correr y correr, recordando a aquella película de Sidney Pollack, They Shoot Horses, Don’t They?, comercializada en España como “Danzad, danzad malditos”, tal cual.
¿Y por qué el paralelismo con esta sociedad? Cualquiera diría que, desde que nacemos no nos meten en el colegio para aprender y cuando salimos nos meten en extraescolares o actividades de relleno, cursos o academias para cubrir ese espacio de libertad, para rellenarlo. Pero también está esa velocidad en el ámbito laboral que te exprime día a día, que cuando llegas a casa hay que cumplir con los mandatos de la sociedad, sean estos tener un perro porque la moda lo impone, o apuntarse a un gimnasio a sudar, como si el paseo que te pegas de la oficina a casa no computase.
El horario que marca la sociedad no es para quedarse quieto, es para estar continuamente haciendo algo. Solo cuando te jubilas, cuando por fin acabas con las obligaciones laborales y por fin puedes disponer de tiempo libre para ti, entonces la sociedad te dice que te apartes a un lado porque, no eres necesario. No formas parte de “su ejército” de esclavos, no te pueden mandar por tanto, no les sirves. Pero si la sociedad había dicho que, corras, que sigas corriendo… Entonces, ¿cuándo traspasas la meta, no hay nada? Nada.
La sociedad te dice que corras, para ser el primero, para llegar antes, para destacar, para alcanzar la felicidad. En ese avance, la sociedad te legitima y hasta justifica que vayas por atajos, que pises a otros, hagas la zancadilla, te aproveches de las circunstancias porque lo importante es llegar… ¿dónde?, da igual, la cuestión es que hagas caso, que obedezcas. Qué terrible sería quedarte fuera de lo que la sociedad establece como “normal”, tienes que ser lo que piden que seas, lo que se lleva, lo que te dicen. Como a los orcos, no prima lo que quieren sino lo que se les ordena.
Para los orcos no hay más que su propia existencia, que su cuerpo. Ni alma, ni sentido de la vida, ni tradiciones, religiones o filosofías, nada de eso les importa. Tan solo su cuerpo para cumplir los objetivos que les demanda el sistema.
Su cuerpo, entonces hay un culto al cuerpo, así que, adelante con los tatuajes, los piercings, las marcas y pinturas, al fin y al cabo, solo es carne. Hay gente que se parece a los orcos, simplemente por su estética llena de heridas, incisiones, pendientes, hasta clavos.
Decíamos que no tienen mentalidad de grupo pese a que, por sí no suelen sobrevivir por su incapacidad y, sin embargo, a pesar de que su ventaja la proporciona el número, su incapacidad para empatizar unos con otros hace que sean las relaciones de violencia y supremacía las que se impongan. ¿De quién es la calle?, del más fuerte, esclarecedor.
En la obra de J.R.R.Tolkien, principalmente hay dos tipos de orcos: los de Sauron (el señor Oscuro, principal adversario de los pueblos libres) y los de Saruman (un mago renegado que pasa a engrosar el bando del enemigo traicionando a los pueblos libres).
De igual modo que el rasgo principal de esta raza oscura es su fuerza y vigor, tienen una desventaja y es que no operan a la luz del día. Sin embargo, esta desventaja, la va a salvar Saruman creando una nueva especie más evolucionada, que serán orcos más grandes, más fuertes y resistentes, a la vez que no les afectará la luz del día.
Hay otro rasgo que aporta este mago traidor a su creación y es que son capaces de manejar artefactos más modernos (así se los describe con armaduras más compactas y manejando armas que no tenía ningún otro pueblo como es el caso de las ballestas, el uso de la pólvora, así como otras armas de asedio). Esto implica que, los orcos son una herramienta de progreso, tal y como se equipararía con la obra de Hegel y Kant, ya que sus filosofías tratan de hacer presente al “Espíritu de progreso” como una realidad autónoma, por supuesto, no limitada por moral alguna sino que, para esta corriente el fin siempre justifica los medios.
De ahí que, hablar de orcos es hablar de una sociedad que progresa, que avanza, destruye sin miramientos, sin razones, tan solo por seguir avanzando. Es equiparable a la idea de progreso que como decíamos antes proviene del idealismo alemán, Hegel, y sin base científica alguna por mucho que se diga. Consiste en la creencia de que la humanidad siempre va a alcanzar estadios superiores de bienestar, cultura y civilización, dejando atrás los periodos anteriores que según su propia teoría, han sido infinitamente peores que los que ahora tenemos y por supuesto de lo que está por venir. Por supuesto, tanto Kant como Hegel pondrían las bases de lo que estaría por venir, más orcos.
Un comentario
Me ha gustado un montón. ¿Que es antes el nihilismo o la oclocracia? Van ambos juntos a hombros de una horda de orcos estresados.