El pasado día 12 de julio se celebraron elecciones al Parlamento de Galicia, para elegir a los 75 Diputados que formarán parte de su XI Legislatura. El Parlamento saliente estaba conformado por 41 dìputados del Partido Popular, 14 de la coalición En Marea (formada por Anova, Podemos, Izquierda Unida, EQUO, Espazo Ecosocialista y diversas agrupaciones ciudadanas locales), 14 del PSOE y 6 del Bloque Nacionalista Galego, por lo que el lider popular, Alberto Nuñez Feijóo, fue electo Presidente de la Xunta de Galicia para el periodo 2016-2020, revalidando el mandato que ostenta desde 2009. Analicemos la nueva composición del Parlamento.
Partido Popular de Galicia: ¿último reducto de los partidos catch-all?.
Todas las encuestas previas, casi sin excepción, otorgaban al PP y a su candidato la mayoría absoluta, y eso es lo que ha obtenido. Once años de Gobierno y su consiguiente desgaste no han hecho mella en Alberto Núñez Feijóo, que obtiene 42 diputados, superando los 41 escaños de 2016 y de 2012, y revalidando gobierno. Es posible que le quede la pequeña frustración de no llegar al techo de Manuel Fraga (43 diputados en 1993), pero aun así ha subido casi medio punto sus resultados de hace 4 años para rozar el 48% de los votos. Un análisis un poco más detallado podría resaltar el diferente comportamiento electoral según la provincia: mientras en A Coruña y Lugo ha subido un escaño en cada provincia y 1.5 y 2 puntos porcentuales respectivamente, en Ourense clava resultados pero pierde un diputado, y en Pontevedra saca su peor resultado con creces, perdiendo casi 1 punto porcentual (poco más de 42%, seis puntos menos que la media de toda Galicia), pero manteniendo los diputados anteriores.
Feijóo ha hecho una campaña personalista, presentándose como el campeón de la moderación, jugando a hacer irrelevante a la extrema derecha e intentando captar voto de centro que en otro tipo de elecciones vota PSOE. Lo ha conseguido. No solo eso: puede presentar al PP de Galicia como el último partido catch-all que queda en España, puesto que además de conservar su electorado tradicional, tiene muy asegurado el voto galleguista de derecha y como se ve, en las autonómicas es capaz de captar electorado de otras opciones. Mi impresión es que no sólo no ha “dejado pasar el tren” cuando renunció a liderar el PP nacional, sino que esta gran victoria refuerza sus opciones de futuro, a la vez que deja debilitado al presidente nacional del PP: allí donde Pablo Casado apostó por la radicalidad se ha pegado el batacazo, y allí donde no se han seguido sus directrices, el PP se impone. O hay cambio de rumbo de Casado y empieza a lograr éxitos, o la sombra de Feijóo será muy alargada…
Se podría objetar: ¿qué pasa con el desmantelamiento de la sanidad pública gallega?,¿qué pasa con el cierre de Alcoa y la industria astillera de Galicia?,¿qué pasa con las “amistades peligrosas”?. Pues a la vista del resultado, no pasa absolutamente nada. Es muy posible que, a la hora de la verdad, Feijóo haya captado mucho voto de miedo a lo desconocido, de gente que no es que esté muy contenta con él, pero a la que la perspectiva de cambio (y más en estos momentos de crisis) asusta todavía más. Sea como sea, las cifras están ahí y son inapelables. Al capital personal de Feijóo sumémosle la formidable implantación territorial del PP en Galicia, y el resultado no nos parecerá tan sorpresivo.
Bloque Nacionalista Galego: Ana Pontón, de promesa a realidad.
Desde los magros 6 escaños de 2016 (7 en 2012), todas las encuestas auguraban a la candidatura liderada por Ana Pontón una subida apreciable, el Bloque aspiraba con fundamento a aprovechar la ruptura del espacio de En Marea para duplicar escaños. Pues bien, esta previsión se ha quedado corta, muy corta. Ana Pontón ha conseguido el mejor resultado de la historia para el Bloque Nacionalista Galego, superando no sólo a Anxo Quintana, vicepresidente de la Xunta la única vez que el BNG formó parte del gobierno, sino también al tótem Xosé Manuel Beiras. Ha pasado de 6 escaños a 19 y del 8% a casi el 24% de los votos. ¿A qué se debe?.
En primer lugar, el BNG se ha “comido” a Podemos y su espacio, los números cantan: los 15 puntos porcentuales que ha bajado Podemos los ha subido el BNG. Cuando la izquierda rupturista pierde su referencia, no vota a otras opciones que no sean similares. Pero no podemos quedarnos en un análisis tan simple. Un activo muy importante ha sido la candidata, Ana Pontón. Ha sabido trabajar sin descanso para convencer a antiguos votantes e incluso dirigentes (véase el caso de Alexandra Fernández, ex diputada en el Congreso de Galicia en Común) de que debían volver a la “casa común del nacionalismo”, de que en ese espacio el BNG, con sus avatares internos, ha seguido estando ahí durante muchos años, frente a mareas y modas que aparecen y desaparecen. Además de esto, ha hecho una campaña tremendamente realista, exenta de brindis al sol y de promesas imposibles, y presentándose como única alternativa posible al dominio de Feijóo. Está claro también que no hay un 25% de gallegos nacionalistas: ha sabido atraer espacio que normalmente votaría otras opciones, mucha gente votó BNG porque para ellos, Ana Pontón ha demostrado ser la única opción posible si no quieres a Feijóo. Le queda por delante el reto de demostrar en los próximos cuatro años que puede derribar esa muralla.
En cuanto a las cifras, el crecimiento del BNG ha sido bastante homogéneo en las cuatro provincias, destacando como siempre en A Coruña y Pontevedra, donde rozan el 25% de los votos, y como “punto débil” Ourense, donde a duras penas llega al 20%. En todo caso, triplica escaños en todas las provincias, y en A Coruña obtiene sus mejores resultados pasando de 2 a nada menos que 7 escaños.
PSOE: remar para morir en la orilla.
Cuando se habla del PSOE, se nota cierta sensación de fracaso en el ambiente: las encuestas hechas públicas antes de la pandemia dejaban al PSOE en los 20 escaños y con posibilidades, aunque sea remotas, de formar una opción de Gobierno, y los resultados arrojan que no sólo no lo han conseguido, sino que además se ven sobrepasados nuevamente por el BNG. No obstante, con los resultados en la mano, el PSOE ha mejorado con respecto a hace 4 años: en el conjunto de Galicia han subido 1.5 puntos porcentuales, que no les sirven para aumentar su cosecha de escaños aunque a punto han estado: de hecho, en el recuento de la noche electoral, el PSdeG sumaba un escaño más, que ha perdido en Pontevedra después del recuento del voto exterior. Es cierto que es una subida tan magra que sabe a derrota, pero teniendo en cuenta las circunstancias, creo que ha salvado los muebles. El comportamiento electoral, sin embargo, ha sido bastante dispar: en A Coruña y Lugo pierde sendos escaños (con 0.5 y 1.5 puntos porcentuales de bajada, respectivamente), y sin embargo en Ourense y Pontevedra tienen un resultado muy bueno, en Ourense ganan 2 puntos porcentuales y 1 escaño, y en Pontevedra se disparan, con 5 puntos porcentuales y 1 escaño más. El peso de Vigo y su área metropolitana es determinante en el resultado electoral del PSOE, en la ciudad de Vigo hay un empate técnico con el PP en el primer puesto.
¿Por qué decía antes que el PSOE “ha salvado los muebles” con este resultado?. Pues porque, siendo partido de oposición en Galicia, ha tenido que hacer una campaña a la defensiva y justificando las actuaciones del Gobierno central en la crisis del coronavirus. Para colmo, no se han sabido hacer bien las cosas haciendo de la necesidad, virtud: el hecho de que Galicia fuese la primera Comunidad autónoma en pasar a la “nueva normalidad” fue capitalizado por Feijóo, y no por Gonzalo Caballero, candidato socialista en estas elecciones. El perfil del candidato tampoco ha ayudado mucho: un apparatchik, curtido en las refriegas internas de partido y proveniente de la Universidad, al que al parecer le cuesta bastante conectar con el electorado. A esto hay que sumarle la tradicional inestabilidad del PSdeG y el empuje ascendente del BNG. Aun con todos estos ingredientes, el balance es que el PSdeG no ha bajado, sino que ha subido. Por eso digo que el PSdeG no está para tirar cohetes, no es capaz de despegar de su suelo…pero ha subido y eso no es cuestionable. Si Gonzalo Caballero sigue como líder, en los próximos cuatro años tendrá un reto inmenso: no sólo hacer oposición a Feijóo, sino que se visibilice y no acabe bajo la sombra de Ana Pontón.
Podemos: lo que la Marea se llevó.
Podemos, o Galicia en Común, o En Marea, o como quieran llamarle… Tanto cambio de nombre es tremendamente sintomático. No se encuentran a sí mismos, y esto le llega al electorado. No solamente no han sabido rentabilizar la acción del Gobierno (ahí tenían a Yolanda Diaz, ministra, muy popular y gallega), sino que se han despeñado en un descalabro sin precedentes en la política gallega. La ruptura del espacio, tejido a retales, de En Marea, hacía prever un mal resultado: ya quedarse con la mitad de representación hubiera sido todo un éxito, dadas las circunstancias… pero es que no han sacado ni un mísero escaño. Ninguna encuesta les daba semejante debacle: de 14 a 0 en cuatro años. Por dar un apunte, se han quedado a 3.000 votos del escaño por A Coruña, y a 2.000 del escaño por Pontevedra. Pero, aunque los hubiesen obtenido, el desastre hubiera sido el mismo.
¿Qué ha pasado?. Pues la tormenta perfecta. En primer lugar, nos han dado cuatro años de espectáculos poco edificantes en el Parlamento: que si me quedo, que si me voy, que si te quites tu para ponerme yo… Si hay algo que los electores penalizan a cualquier partido político, es la división, y en los últimos años, el espacio de la izquierda rupturista en Galicia ha sido como el proceso de creación de un organismo pluricelular: primero somos uno, luego dos, luego cuatro, y así, ad infinitum. De oposición a Feijóo, poquito: ya tenían bastante con oponerse a ellos mismos. En segundo lugar, la acción del Gobierno central penalizó a esta candidatura. Pablo Iglesias al rescate al parecer ya no es un activo, sino una rémora. Por si fuera poco, tenían al costado a otra fuerza dispuesta a comerle el espacio: el BNG. Se esperaba que una buena parte de esa tarta fuera a los nacionalistas, pero es que Ana Pontón se ha comido la tarta entera, y con las migajas que sobraron no da ni para un escaño.
En los próximos cuatro años, el futuro se presenta muy difícil para este espacio: colgados de una marca estatal que hace aguas por todos lados, desde hace varios años perdiendo apoyo elección tras elección y en la que se avecina marejada; con un ala más nacionalista (Anova) que me da la sensación de que más temprano que tarde volverá al BNG del que salió, cuando se convenza (si no está convencida ya) de que esta aventura no tiene buen fin; y con una IU que, salvo individualidades descollantes como la ministra Yolanda Díaz, en Galicia siempre ha sido testimonial.
Vox y Ciudadanos: ni están, ni se les espera
De ambas fuerzas, poco que decir: el “huracán Feijóo” arrasa con todo desde el centro hasta la derecha y no deja espacio para los demás. Vox con el 2% de los votos y Ciudadanos con menos del 1% no han sido amenaza para la hegemonía de Feijóo en el espectro derecho del electorado.
El nuevo mapa electoral de Galicia no es tan nuevo: se repiten calcados los resultados de 1997, lo que demuestra la sociología del electorado gallego, en donde la estabilidad es una férrea característica. Un último apunte para la reflexión: Galicia es la primera Comunidad Autónoma en donde ni Vox ni Podemos tienen representación. ¿Será el inicio de una nueva tendencia en la que los extremos ideológicos bajen, o una golondrina no hace verano?.