Vacas, cerdos, guerras y demagogia

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Marvin Harris

Vacas, cerdos, guerras y demagogia

VACAS, CERDOS, GUERRAS Y DEMAGOGIA El título de este artículo parafrasea al del libro de Marvin Harris “Vacas, cerdos, guerras y brujas”, reeditado por Alianza

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VACAS, CERDOS, GUERRAS Y DEMAGOGIA

El título de este artículo parafrasea al del libro de Marvin Harris “Vacas, cerdos, guerras y brujas”, reeditado por Alianza hace unos años y cuyo contenido está impregnado de Antropología con un marcado acento crítico hacia ciertos comportamientos humanos indiscutidos por sus connotaciones religiosas o costumbristas.

Marvin Harris fue un prolífico antropólogo norteamericano conocido por ser el creador y figura principal del materialismo cultural y por su insistencia en fundamentar la antropología en una base científica.

Pero en este caso me refiero directamente a la gestión de la pandemia y en el cómo buena parte de la culpa de la evolución del problema de su control está condicionado por su componente social. Tanto la gestión de las masas como la actuación de estas son uno de los factores clave que señalan la evolución de un problema que afecta a todos.

Según señala Marvin Harris, “la ignorancia, el miedo y el conflicto son los elementos básicos de la conciencia cotidiana”.

Para el antropólogo norteamericano, la política elabora con dichos elementos una construcción colectiva idealizada con el principal objetivo de impedir que la misma gente sea capaz de comprender en qué consiste su vida social, es decir, su propia existencia como sociedad dependerá de una capacidad desarrollada de negar los propios hechos que explican su existencia.

TIEMPOS DE INTELECTUALIDAD PARA ACABAR DONDE SIEMPRE

Vivimos en tiempos en los que continuamente nos vanagloriamos de los altos niveles niveles de formación de la sociedad moderna.

A pesar de que es un problema complejo con varias variables importantes más en juego, la sobredosis de “intelectualidad” que vivimos en España parece que no va de la mano de la mejora de la capacidad crítica ni del aumento de la cultura democrática, ambas tan necesarias para que el sistema político evolucione hacia posiciones de mayor calidad democrática.

Aún así, la moda es insistir una y otra vez en que la evolución política no tiene solución alguna debido a la incapacidad manifiesta de los gestores políticos de turno. La preparación académica no ofrece la alternativa previsible de una población que debería contar con recursos materiales e intelectuales suficientes para exigir una rendición de cuentas a sus representantes de acuerdo al nivel de preparación de los mismos.

Pero la situación no está clara y se enquista en el momento en el que es necesario plantear alternativas o participar en asuntos públicos, llegando a una conclusión generalizada por parte de la población en la que no se ve salida exitosa ninguna en lo que a gestión política se refiere. Y es aquí donde nace el problema: si pensamos que una situación no tiene una respuesta, nunca la encontraremos.

Para explicar comportamientos políticos diferentes tenemos que empezar suponiendo que la vida humana no es simplemente caprichosa y que gran parte de los problemas públicos existentes responden a una evidente inacción por parte de los gestores públicos, los cuales responden únicamente a intereses particulares.

Si no aceptamos este supuesto, lo más inmediato va a ser renunciar al equilibrio obligado que todo ciudadano participante de una sociedad democrática sana debería llevar a cabo entre la viabilidad de la esfera pública y el bienestar de su esfera privada mediante la excusa del carácter inescrutable de dicha tarea. 

LAS FAMOSAS TRINCHERAS O LA EXTREMA POLARIZACIÓN

Uno de los motivos por los que existe esta confrontación de trincheras entre extremos ideológicos es que desde siempre se nos ha enseñado a valorar la realidad con explicaciones románticas, sesgadas y revisionistas, con profundos intereses particulares sobre los fenómenos políticos históricos en lugar de llevar a cabo explicaciones materiales con un enfoque más práctico.

Cada forma de entender la gestión política se halla apoyada en muchas ocasiones en datos sin contrastar, leyendas o historias con un profundo sesgo de interés que presta especial atención a sentimentalismos y conclusiones poco prácticas, provocando en la gente una identidad social y un sentido de finalidad social, pero a su vez ocultando las verdades desnudas de la vida social (Marvin Harris, 2004).

Pero que una de las principales causas esté identificada no quiere decir que las soluciones sean evidentes. Como señala Harris, identificar los factores materiales pertinentes en los acontecimientos acaecidos a lo largo de la evolución humana es y será siempre una tarea complicada.

EL RUIDO DE LA DEMAGOGIA

Saramago solía decir que “la demagogia es siempre cosa del otro” para referirse a la inmediatez con la que el demagogo calificaba peyorativamente el discurso del demagogo opuesto. Entre uno y otro hay un amplio espectro político de mucha utilidad, pero cuando el equilibrio de las fuerzas  cede hacia los extremos de la balanza, el ruido que producen impide que nada de lo que venga del centro sea escuchado.

Por más que demos por supuesto que el ruido de un puñado de grillos no nos impedirá oír el ladrido de un perro, el nivel de confusión popular sí puede intensificarse y provocar el aumento de los niveles de involución intelectual y la caída de una serie de valores morales necesarios en cualquier sociedad.

El desprecio de la razón y la objetividad van a privar a futuras generaciones de los recursos intelectuales y morales para hacer frente a la llegada de figuras que se encarguen de promocionar su papel salvador en el mundo y su imprescindibilidad como líderes mesiánicos para el bienestar colectivo.

Frente a esto se debería promover el papel de la ciencia en política, tanto a nivel de método como a nivel asesor. Del mismo modo que los nuevos problemas socio-económicos mundiales presentan la necesidad obligada de nuevos estilos de gobernanza multinivel en los que se pongan de acuerdo ámbitos privados, públicos y mixtos, a nivel político es necesaria ya la inclusión de la ciencia como objetivadora de la gestión pública.

Como ejemplo, hace unos días la revista Scientific American rompió con 175 años de neutralidad electoral para apoyar al candidato demócrata Joe Biden debido a múltiples encontronazos con el mundo científico a cuenta de los réditos electorales que le proporciona entre sus votantes la negación del cambio climático a Trump.

En resumen, la expansión de aquellos modos de hacer política en los que las ideologías mantengan su status con la misma raigambre que la fidelidad a un equipo de fútbol no conducirán a un camino de confrontación diferente al que hasta ahora hemos ido soportando a lo largo de siglos de historia.

Creer que tolerar y apoyar modos de hacer política claramente involutivos, racistas, irracionales y subjetivos nos conducirán hacia lugares de clarividencia y bienestar social no es más que querer imaginar que estamos construyendo un mundo ideal, pero con las mismas herramientas de siempre, porque, a diferencia del oscurecimiento del pensamiento crítico, la ciencia y la objetividad no provoca altercados en las calles, ni incendios, ni disturbios raciales.

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