Actualmente vivimos en un mundo globalizado y enormemente cambiante, estamos bajo una constante de bombardeos de ideas, de creencias y de ideologías que están dando lugar a muchas formas de ver el panorama social, político y económico actual.
Esta realidad cambia constantemente y se manifiesta en muchas ocasiones bajo un mundo en confusión tal cual vivimos hoy, en el que no pocas veces se originan esquemas muy simplistas y sesgados que emplean no pocos agentes y voceros apresurados cargados de noticias catastrofistas, proféticas y vaticinios que sin saberlo o sin quererlo saber influencian peligrosamente a esta sociedad de masas plagada de todo tipo de medios a los que hoy en día tenemos acceso tan fácilmente.
Dentro de este pluralismo social, ¿en qué contexto hemos de situarnos para poder percibir correctamente estos cambios que se nos avecinan sin incurrir en el alarmismo ni el escepticismo radical? ¿Cómo preparar nuestras mentes, vista y oídos para adaptarnos a esta enorme maquinaria tecnocrática que se está levantando?
Hoy vivimos en una sociedad que parece estar adoptando un rol semejante a aquella transformación que vivió el mundo entre el siglo XVIII y el XX; Una era de revolución industrial, de cambios sociales y políticos, de nuevas ideas que antaño lo transformaron todo, pero que paralelamente también devoraba a sus disidentes y a los inadaptados sin piedad de un modo semejante a aquella teoría de selección natural darwinista.
Hoy de una manera cíclica y aunque con tintes obviamente distintos, vemos que desde hace un tiempo está surgiendo algo nuevo que emerge de aquello antiguo, una superestructura globalista que se asemeja a aquellos postulados durkheimianos, pero ya no como ese organismo biológico sino más bien como una máquina semejante a la que vimos en esa película de ciencia ficción tan aclamada de principios de siglo llamada “The Matrix”. ¿Serán ciertas las informaciones y todo el material que inunda cada vez más todo tipo de medios?
A la vista está y sin tratar de incurrir demasiado en el ámbito conspiranoico, que ha ido surgiendo paulatinamente una evolución de aquella clase que impactó la economía mundial en su día, y que por medio de una mentalidad calvinista, que tan magistralmente plasmó Max Weber en su libro “la ética protestante y el espíritu del capitalismo”, pero que a diferencia de la anterior posee unas connotaciones ideológicas, éticas y doctrinales muy distintas a las de aquellos puritanos de antaño.
Esta clase tiene un poder mucho más elevado, tiene enormemente mayor influencia política, social y económica y tiene a su alcance una tecnología arrolladora. Y así como sucedió en el pasado en que vimos como aquel capitalismo desmedido impulsó la revolución industrial y finalmente dio pie a una regulación y a un confrontamiento por grupos socialistas, comunistas y anarquistas. Mientras estos empresarios burgueses se resistían a la intervención estatal en la fijación de salarios, la regulación de horarios laborales, la institucionalización de los sindicatos, viendo esto como una perturbación del orden económico; Finalmente se levantó esa antítesis de dicha tesis capitalista protegiendo a esta clase oprimida, esculpiendo aquella dialéctica que tan magistralmente fue plasmada por el filósofo Friedrich Hegel.
Actualmente y por el momento esta clase “neo-burguesa” ha absorbido a estas corrientes izquierdistas, ha aprendido de esos fracasos pasados y ha evolucionado en consecuencia. Lo peor de todo es que hoy ya no hay ninguna antítesis que parece querer detenerla. Esta vez ya no se trata de horarios, de regulación salarial sino de la privacidad, de frenar la atomización de la familia tradicional, de combatir el adoctrinamiento social y de enfrentar esa pérdida de identidad de los estados-nacion frente a la presión ejercida por esta maquinaria tecnocrática.
Hoy, esos mismos grupos antes citados que defendían al proletario, que promovieron aquellas ideas que antaño regularon aquel sistema devorador parecen ir también en pos de esta misma corriente e incluso impulsarla, y podemos ver como todo esto está formando una síntesis prácticamente imparable.
Este globalismo que antes era imposible que fuera llevado a cabo, debido a los actuales avances tecnológicos (internet, Big Data, los sistemas de vigilancia, la propaganda computacional, las Smart Cities etc…) se torna pragmáticamente posible. Y si esto que tanto debate actual está provocando es cierto, la batalla podría estar desarrollándose desde cualquier flanco, influenciar desde adentro de un mismo partido político, infiltrándose en cualquier tipo de denominación religiosa o creencia sin hacer distinción de género, raza o cultura para lograr el cumplimiento de esa agenda interpuesta por éstos poderes fácticos.
Por ello y en conclusión, la pregunta que debiéramos hacernos es; ¿Qué forma tendría o debería de tener esa antítesis tan necesaria para que se pueda regular esta nueva transformación? Muchas personas se están levantando tratando de frenar esto, han intentado silenciarlos, etiquetarlos, ridiculizarlos e inclusive algunos han sido amenazados por las masas sociales que parecen adoctrinadas por las nuevas corrientes ideológicas, sociales y políticas supranacionales. Estas personas han peleado y siguen peleando arduamente en sus diferentes flancos conforme a su especialidad para tratar de destapar y denunciar este tipo de adoctrinamiento globalista. Tratan de alguna manera de esclarecer esas cuestiones que muchos de nosotros en muchas ocasiones hemos dado ya por sentadas, permitiendo sus postulados e incluso incorporándolos de una forma “natural” en nuestras mentes, en nuestra forma de ver el mundo y por consiguiente nuestra manera de vivir.
Actualmente, este consenso mundial o este globalismo es capaz de ejercer tal poder que ha podido inclusive lograr encerrar en sus casas a un planeta entero en aras de la “seguridad sanitaria”. Todo esto alegando hacerlo por el bien del ciudadano y lograr su casi total aprobación del pueblo. Son capaces de llamarle a esta nueva “democracia”, “la nueva normalidad” sin inmutarse; una expresión que sin ser comprendida plenamente en todo su contexto es hecha eco por las propias masas y es acatada con el consuelo de creer que es hecha por el bien común.
Sin asentir ni disentir, ¿Será verdad que todas estas medidas son realmente necesarias? ¿Será realmente todo “fake news” e invenciones producto de mentes inquietas que buscan crear noticias catastrofistas, proféticas y vaticinios para influenciar a las masas y ganar de esta manera popularidad gratuita o tener muchos “likes” o “followers” para lucrarse de esto?
Una cosa sabemos con toda seguridad, que este es un tema de gran actualidad, que se está gestando, extendiendo, creciendo y desarrollándose día tras día, y que está siendo objeto de debate en todo tipo de ámbitos, comunidades científicas, entidades religiosas y cualquier otra disciplina que se precie porque parece no tener barreras siendo que sus tentáculos lo abarcan todo.