Se escucha, se lee mucho la expresión “marxismo cultural” pero a la hora de explicar qué es o qué comporta parece que se quiere atajar simplemente reduciéndolo a “ideología de izquierdas”, pero no es así. Ante todo, refiere a una antropología y a unos valores sobre los que se pretende sustentar un nuevo modelo de sociedad; también conlleva otra forma política de gobierno, en definitiva alude a una nueva civilización.
Tanto el modernismo como el posmodernismos han tratado de impulsar una sociedad desanclada de los valores y principios con los que el Antiguo Régimen se valía y así, la pérdida de referentes ético-morales, políticos y sociales fundamentan un relativismo donde todo vale lo mismo, donde lo bueno y lo malo se confunden. Otras notas que conforman esta sociedad son tanto la pérdida del pensamiento crítico en pos del sentimentalismo, el populismo y la demagogia, como el afán de conflicto (choque de ideas) y la polarización en cuanto extremismo provocando un caos de conflicto social y político.
Vivimos en una sociedad líquida parafraseando a Bauman con su “modernidad líquida” porque todo es fluido y volátil, sin valores sólidos, en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. Tratando de desvincularnos del Antiguo Régimen se ha llevado a cabo una profanación de lo sagrado y una desautorización del pasado junto con una negación de la tradición.
Aún con todo siguen persistiendo instituciones del anterior régimen y así aunque la nobleza no tenga un papel determinante, aún siguen existiendo tanto reyes como religiones y eso pese al esfuerzo de liberales y marxistas. No es un error asociar en este contexto tanto a liberales como marxistas en un mismo bloque, ya que ambos asumen y defienden un mismo bloque cultural. Aquel que comporta una nueva antropología y una nueva cosmovisión (el globalismo), una ecología como referente ético, la ideología de género como poder de la voluntad y de la libertad del individuo asociado a colectivos en su defensa y fomento porque aún perduran mentalidades antiguas y claro, sea anatema pensar distinto a la modernidad.
Hay que borrar el pasado, acabar con él. No vaya a ser que contrastemos y valoremos que tampoco era tan malo o que diversas cosmovisiones antiguas son mucho mejores que las actuales. Pensar así es anatema, cualquier día será delito de pensamiento porque ya es delito de odio. La nueva tiranía te obliga a aceptar sus normas, sus visiones y valoraciones, ay de quién rechace o juzgue distinto, el imperio de la Ley lo perseguirá y lo marcará; será declarado hereje y condenado al ostracismo, a exiliarse ¿realmente crees que te van a dejar ir? No, algo te harán, no pueden permitirse a gente que les rechace y menos reconocerles eso como algo libre.
Así que nos encontramos con una nueva tiranía que a diferencia de las clásicas que reprimía derechos y libertades según cuentan, así como sometían al ser humano a todo tipo de condenas gravosas. Pues como contraposición tenemos una nueva tiranía que exalta al hombre y a la mujer (sobre todo a la mujer), donde los derechos y libertades no son naturales al hombre sino concesiones del Estado (derechos regulados y reconocidos). Una nueva tiranía donde el Estado es quien nos garantiza el disfrute de derechos. A diferencia de en las cosmovisiones antiguas, el hombre es un medio, un instrumento, una cosa útil para alcanzar otros fines. Y todo esto a cambio de aceptar una visión hegemónica del mundo porque sino no hay trato. Puede que no todo el mundo a priori le parezca bien, para ello ya engrasaron bien una técnica de control de masas muy efectiva, la llaman “ingeniería social” y si funciona para vender productos en un supermercado también lo hace para cambiar costumbres, formas de pensar y hasta de valorar.
Lo políticos podrían oponerse y generar una corriente de pensamiento alternativa pero, desgraciadamente ya habían pensado en cómo neutralizar a los biempensantes. Por medio de la polarización ideológica se consigue distraer, confundir y ante todo obstaculizar, detener el barco o todo lo contrario, dejar que siga su curso, tal cual lo guían otros.
Cuando escritores como Aldous Huxley o George Orwell profetizaban a través de novelas distópicas sobre un futuro en cuanto a pesadilla de control tiránico por diferentes medios (Huxley refería al entretenimiento como medio de opresión y control; frente al miedo y la violencia de Orwell), quizás un filósofo como Foucault hablaba de “la normalidad” como instrumento para neutralizar todo aquello ajeno a lo que se trata de imponer. Y acertaba con la medicalización de la sociedad a través del lenguaje (lo fóbico o la patologización del otro, tenemos ahí el ejemplo de la homofobia que refiere a una fobia, no es sin más pensar distinto sino llamar “enfermo” y sacarlo “de la normalidad”, de modo que pensar distinto es “cosa de enfermos” ahora). Las trampas del lenguaje, la neolengua que se trata de imponer.
Y todas estas molestias ¿por qué motivo, con qué objetivo? El Nuevo Orden Mundial que viene a ser otro palabro descalificado continuamente con conspiraciones y teorías nihilistas de control, sin embargo a nadie escapa que este “nuevo orden mundial” comporta paradigmas culturales inatacables y una nueva antropología.
Una nueva antropología no basada en el orden natural sino en el deseo de ser, al idealismo de Hegel le damos nuevamente otra vuelta de tuerca y entramos en el mundo del deseo de la voluntad. Hoy día cualquiera puede sentirse alguien distinto y convertirse en otro género como por arte de magia; constructos sociales dicen. Ya no importa la esencia de las cosas, ni su naturaleza, ahora todo depende de la subjetividad, de lo que el sentimiento demande, como diría De Prada “los derechos de bragueta”.
¿Y cómo lo van a regular? En este nuevo paradigma, el sistema político de gobierno preferido es la democracia, la forma en que la ciudadanía se siente importante y representada creyendo que con su voto hace algo relevante, no es así. Forma parte de un escenario y de un teatro, pero no cuenta, son simplemente figurantes, no deciden ellos sino que son otros lo que sí lo hacen. Es la democracia el ejemplo arquetípico del nuevo orden, el fundamento de la moralidad es la ley. Ahora lo bueno y lo malo no se circunscriben ni refieren a principios absolutos sino que dimana de la voluntad popular, esto es, lo que decida la mayoría será ley y eso será lo bueno, mientras que aquello que se prohíba será lo malo ¿fundamento? La ley como fruto de la voluntad popular.
Lo dijeron en su día tanto Sócrates como Platón y Aristóteles, que la democracia era un sistema fallido, que legitimaba tiranías, que ella misma era una tiranía. Pero se ha vendido exactamente como lo contrario, como un mecanismo de defensa frente al poder despótico de los tiranos, como un baluarte de la libertad, vamos, un mito.
En la actualidad la libertad es una concesión del Estado, no algo que obtiene y logra el individuo, no. Todo ha de ser regulado y reconocido por el Estado sino, el caos, la degeneración, la barbarie, etc.
Hemos de vincular “nuevo orden mundial” con “marxismo cultural” y eso se traduce en un cambio antropológico, una confrontación de paradigmas. A las religiones teístas, pasadas de moda según el modernismo, ahora las pretenden sustituir por religiones del hombre. Volvemos otra vez con el marxismo y el liberalismo, ya que hacen pinza común en esa pretensión de sustituir a Dios para sentar al hombre en el trono y que decida él, todo.
Esta nueva antropología trata de desvincular al individuo con la tradición y la familia, así en el ámbito educativo nos vamos a encontrar que las asignaturas de corte tradicional, aquellas que apelan al pasado (latín, historia y filosofía) van a ser denostadas, arrinconadas. A la vez que aúpan la banalidad, el aprender-aprendiendo o que sean “los jóvenes maestros de sí mismos”
Se prohíbe un criterio que explique la realidad porque lo importante es el deseo. Es más, se disfraza de libertad ese lema “elige tú, tu destino” como si estuviera al alcance de la mano y no necesitases más que la voluntad para conseguirlo.
La desvinculación de la tradición y de la familia va a encontrar una herramienta en la fisiologización del individuo, en cuanto despersonalización, esto es, se va a negar la dimensión trascendente-espiritual. Porque lo importante es “el cuerpo” (la materia), de ahí que, sean vistos como buenos y saludables todos los instintos, las pulsiones, el deseo, los apetitos, el sexo, etc. Y va a encontrar un gran aliado esta “fisiologización” en la televisión (el sensacionalismo, lo chabacano, la telebasura, lo grotesco, el morbo, lo trágico, etc). La telebasura es el icono de este cerdo que hay que alimentar, y así los programas culturales o que defiendan otro modelo antropológico será barrido de la parrilla televisiva, tachado de subversivo o carca.
La reducción a lo fisiológico conduce a un modus vivendi narcisista, de culto a la propia imagen, de hedonismo. No sorprende que sean las redes sociales como Instagram donde la imagen es lo importante, lo esencial; o Facebook y Twitter, donde lo que se dice, el cómo se dice y la intención con que se dicen identifican a la persona y la retratan. También la dictadura de la salud, la estética, las modas, el mito de la eterna juventud (la dictadura del gimnasio), etc.
Pero a pesar de esta libertad absoluta también habrá tabúes y es que el miedo a la vejez, la muerte o la decadencia física son vistos como circunstancias que rompen y quiebran el paradigma que se vende. Y es que lo relativo no es capaz de alterar aquello que no cambia. Se podrá enmascarar la realidad pero hay elementos fijos, imperecederos.
¿Y qué consecuencias comporta todo esto? Ante todo un vacío existencial, una personalidad errante; nostalgia por un pasado distinto, problemas psicológicos, consumo de drogas para negar la realidad, también suicidios.
Pero los ingenieros sociales también han pensado en mecanismos de defensa de su modus vivendi y así el dinero se convierte en una herramienta para negar el pasado. El dinero viene a identificar una prosperidad económica que provoca tanto más hedonismo como consumismo. Dice Juan Manuel de Prada que las nuevas catedrales son centros comerciales, el culto al dinero a través de la compra compulsiva y ahí están Amazon con sus descuentos, el Black Friday o los chinos que también se suman con sus fiestas y ofertas que inducen al consumismo y la compra.
Y todo eso es el nuevo paradigma antropológico; así que, cuando escuches o veas alguna referencia al “marxismo cultural” es todo esto. Y no te confundas, esta nueva antropología es consumida pese al nombre socialista, tanto por marxistas como liberales. Así que, buen provecho.