La estupidez es biológica

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La estupidez es biológica

ALLEGRO, MA NON TROPPO Como se suele decir, recordar es volver a vivir. De la misma manera, releer determinados libros es volver a disfrutar del

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ALLEGRO, MA NON TROPPO

Como se suele decir, recordar es volver a vivir. De la misma manera, releer determinados libros es volver a disfrutar del buen hacer de algunos escritores.

Carlo M. Cipolla escribió ya hace bastantes años una obra que es tan breve en extensión como divertida y certera en su contenido y que fue concebida inicialmente como algo para ser disfrutado entre amigos del propio autor.

Sin embargo, debido al éxito entre sus círculos cercanos, el libro al final fue editado y salió a la venta finalmente como «Allegro ma non troppo«. Dicho nombre tiene orígenes musicales y se usa para indicar la velocidad con la que debe ejecutarse una pieza musical. En este caso, «allegro» vendría a ser el «alegre» español, y el «ma non troppo» supondría un «no pasarse de rápido». Es decir, alegre, pero no demasiado.

Y sobre esa moderación del tono sin la pérdida de ritmo es en la que se basa el libro. Un humor, como dice el autor, el cual está referido a esa capacidad inteligente y sutil de poner de relieve y destacar el aspecto cómico de la realidad.

LA IGUALDAD ENTRE HOMBRES NO EXISTE, LA ESTUPIDEZ ES BIOLÓGICA

El libro se divide en dos partes, pero la segunda, la que está dedicada a la estupidez humana no tiene desperdicio.

El autor italiano juega con el absurdo desde el primer momento empleando metodologías científicas propias de la investigación en ciencias sociales, proponiéndonos estudios tan absurdos como divertidos y con los que apoya la teoría de que la cantidad de estúpidos que nos rodea es abundante y cómo de extendidos están por todas las capas sociales. De ahí, que su primera ley fundamental de las cinco totales sobre la estupidez sea que «siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo».

Además, Cipolla afirma que si de algo está seguro es que los hombres no son iguales, básicamente porque algunos son estúpidos y otros no, y que la diferencia entre ambos no procede ni de contextos, ni de factores ni de fuerzas culturales externas, sino que es fruto de la Naturaleza. Uno es estúpido del mismo modo que otro tiene el cabello rubio.

ESTUPIDEZ Y PODER

Es el título que da nombre al capítulo seis de la segunda parte del libro y en él se trata de la potencialidad para hacer daño de un estúpido en sociedad según qué posición ocupe en ella.

Al igual que en otros muchos casos, en el caso de los estúpidos, su capacidad para hacer daño es limitada. Limitada tanto por arriba como por abajo. Es decir, algunos estúpidos gozan de una gran carga genética de estupidez y se encuentran en posiciones preminentes de cualquier burocracia que se precie: «Entre los burócratas, generales, políticos y Jefes de Estado se encuentra el más exquisito porcentaje de individuos fundamentalmente estúpidos, cuya capacidad de hacer daño al prójimo ha sido (o es) peligrosamente potenciada por la posición de poder que han ocupado (u ocupan)».

Y como señala el autor, una de las preguntas más frecuentes que la gran mayoría nos solemos hacer es la de saber cómo han llegado hasta donde han llegado este tipo de personajes con tan bajos niveles de todo y que no dan ni para cubrir el mínimo exigido.

Para responder a esta cuestión el autor señala a las clases y las castas como la gran cantera de estúpidos con capacidad para acceder a puestos de influencia en la mayoría de las sociedades preindustriales y que, debido a la entrada en el mundo industrial moderno, vieron mermadas sus influencias en favor de los partidos políticos, la burocracia y la democracia.

Para Carlo M. Cipolla, «en el seno de un sistema democrático, las elecciones generales son un instrumento de gran eficacia para asegurar el mantenimiento estable de la fracción de estúpidos entre los poderosos. Hay que recordar que, según la Segunda Ley, la fracción de personas que votan son estúpidas, y las elecciones les brindan una magnífica ocasión de perjudicar a todos los demás, sin obtener beneficio alguno a cambio de su acción. Estas personas cumplen su objetivo, contribuyendo al mantenimiento del nivel de estúpidos entre las personas que están en el poder».

En resumen, lo bueno del humor es que el clima en el que se desarrollan las críticas es mucho más cómodo, menos agresivo y el mensaje llega igual o mejor a sus destinatarios. A veces creemos que la vehemencia trae consigo comprensión, pero normalmente, la sutileza del humor bien hilvanado logra mayor vergüenza en el afectado, mejor entendimiento y menos ingredientes para alimentar un potencial conflicto con el que desviar el tema central de la crítica.

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