Desde que Durkheim investigó el suicidio como hecho social, las ciencias sociales han polemizado mucho con el acto de quitarse la vida uno mismo. Se ha pensado erróneamente que mostrar la realidad produce una suerte de «efecto espejo» que hace que quienes reciban información sobre suicidios cometerán irremediablemente el mismo acto, como si fuera una suerte de epidemia silenciosa que se transmite a través de la comunicación, convirtiéndose en la primera enfermedad de «transmisión psicológica», lo que carece de fundamento científico.
Es una triste realidad que supone en España la primera causa de muerte no natural, superando a los accidentes de tráfico, aproximadamente 10 casos de suicidio diarios y siendo 3 de cada 4 víctimas hombres. Con lo que es un problema que tanto medios de comunicación como gobiernos han de hacer frente y, sin embargo, ambos poderes, el mediático y el político, guardan un silencio cómplice que quizá tendría sentido en la época del «Werther» de Goethe al ser la literatura en el siglo XVIII el principal medio de información, pero difícil de sostener en pleno siglo XXI con una tal cantidad de información que medios profesionales y poderes públicos han de enseñar a seleccionar y digerir correctamente con un sentido crítico.
Frente a un supuesto «efecto Werther» mediante el cual la comunicación de noticias sobre suicidios provoca que los posibles suicidas se reafirmen y culminen su acto, existe su contrario, el llamado «efecto Papageno», es decir, el comunicar públicamente connotaciones negativas sobre el suicidio a la vez que se promocionan modelos que han superado su tentativa de suicidio y han conseguido superar ese bache psicológico y social y han conseguido sus objetivos hace que las personas susceptibles de suicidarse aprendan conductas resilientes. Quizá es lo que deberían mostrar más los medios de comunicación y promocionar más los gobiernos a través de políticas públicas positivas y resilientes: se puede salir del bache, por muy oscuro que esté todo.
Como comunicador, creo que los medios de comunicación, sobre todo los más seguidos como la televisión y los influencer de las redes sociales que hacen las veces de «opinion makers», tienen un papel esencial y preponderante a la hora de transmitir informaciones positivas sobre la vida e historias de superación que hacen que la opinión pública se refleje en las mismas, sobre todo en países como España, cuya cultura política súbdita constituye, por lo general, cierto pesimismo en los ciudadanos individualmente considerados.
Por otro lado, como politólogo creo que la formulación e implantación y posterior evaluación del resultado de las políticas públicas de las distintas administraciones, ya sea en el nivel local, en el regional o en el nacional, sobre la prevención del suicidio resulta fundamental. Entre otras cosas, campañas de sensibilización o concienciación, no tan duras como los de la Dirección General de Tráfico -aunque resulta paradójico que incidan mucho en los accidentes de tráfico y prácticamente nada en los suicidios cuando los fallecimientos por este segundo motivo en España son más numerosos-, pero sí constantes, positivas, esperanzadoras, que inculquen una cultura política resiliente, que mucha falta nos hace, y activa y participativa. Esto desde el punto de vista de políticas públicas «simbólicas».
En cuanto a las políticas públicas más «materiales», actividades gratuitas que fomenten la resiliencia, bien prestadas directamente por los poderes públicos o bien con ayuda de las asociaciones y fundaciones que llenan tanto nuestro tejido social de forma cotidiana y que cumplen diariamente una función resiliente esencial frente al olvido de los poderes públicos. Además, se podrían conceder prestaciones gratuitas de servicios de atención psicológica, directamente o en colaboración con los servicios psicológicos de las universidades, incluso con la posibilidad de que la asistencia psicológica sea prestada por la propia Seguridad Social.
Como se puede ver, la prevención del suicidio a través de mensajes de medios de comunicación y de adopción de políticas públicas por parte de los poderes políticos, resilientes, positivos y esperanzadores, con una constante evaluación de sus resultados por parte de sociólogos, politólogos, psicólogos y expertos en comunicación, puede disminuir drásticamente esta lacra que afecta a decenas de familias de forma diaria, siendo una realidad que no debe ocultarse y que no se puede explicar de forma simplemente individual, porque como dijo uno de los padres de la sociología, Émile Durkheim, en su obra «El suicidio», es un hecho social que debe ser tratado, investigado y resuelto como tal.
Un comentario
Felicitar al autor. En la verticalidad estatal es tradición ocultar las vergüenzas sociales achacables a la política. El modelo político servidumbrista puede tener que ver, al producir infelicidad, desasosiego, pobreza, migraciones… ¿Qué sucedería si se sustituyese el estado vertical productor de desigualdades políticas y sociales por otro horizontal cuya economía girase al servicio de los hombres en lugar del señor político? 141020