Un fantasma recorre el Paraguay, y no tiene nada que ver con la frase de aquel pensador alemán, sino más bien de una triste descripción de la realidad ambiental del asfixiado corazón de Sudamérica.
En medio de este mundo con realidades conexas, inseparables de nuestra acción y la reacción que supone el oriente de nuestras voluntades, la funesta situación de este país destrozado por intereses de personas, que de juntarlas no llegan ni a la cantidad de un barrio, definitivamente no nos puede ser ajena. Es por esto que me permito hacer este pequeño retrato, para que nuestros lectores de Hispanoamérica puedan sentir el eco apagado de un reclamo cansado: nuestra tierra no da para más.
En los últimos días la primavera nos recibió con 42 grados de temperatura, como un mensaje claro y preocupante sobre lo que estamos haciendo con este trozo de tierra. Salir a caminar por las calles de Asunción, con la contaminación sonora y el perfume del humo de coches vetustos, con el aire extraño y un paisaje infernal bañado en un azufre grotesco, representa el retrato infame de la ambición de grupúsculos con aires feudalistas; porque respirar este aire nauseabundo con los restos de “quemas controladas” para alimentar a vacas, es la realidad que nos sujeta, y a la vez nos invita a reflexionar sobre nuestra lógica encarnizada, cínica y despreocupada por el individuo.
Lo preocupante resulta en que la capital del país solo recibe las brisas; el torbellino lo absorben las comunidades del interior, con campesinos e indígenas arrasados por “grandes compañías” que no aportan un centavo para la reforestación de los espacios destruidos.
La impunidad es la madre de estos seres infernales que moldean a sus sagrados antojos la opinión de las masas, con la ayuda de los grandes ventrílocuos apostados en los medios de (in)comunicación que deforman la verdad según la medida del bolsillo del “benefactor” de turno; mismos benefactores que cooptan a todo el Poder Judicial, que tras la promulgación de la ley de “deforestación cero”, hasta la fecha no imputó a un solo responsable de toda esta cadena que llegó hasta hoy con nuestro cielo fantasmagórico, apagado por un tul de humo, cenizas y miseria.
Esta realidad irá a extenderse con el pasar de los años a cada país del globo si no tomamos las acciones necesarias para desvincularnos de esta cadena maldita. Y no, no tiene nada que ver con ismos, esto se trata de apelar a la supervivencia.
El modelo de producción actual está demostrando sus graves fallas, y no tardará en develar también su verdadero rostro. La lógica de la producción por la producción misma, la superposición de la propiedad por sobre la vida y la feudalización en plena democracia del siglo XXI, deben ser hitos que marquen nuestras reflexiones para problematizar los asuntos que perfilan nuestra vida.
El tiempo, el aire, los bosques y la tierra ya nos son escasos. La urgencia nos llama a cambiar o a abrir bares de oxígeno. En nosotros está la posibilidad de elegir la vía.