Argumentos racionales contra del aborto

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El debate del aborto es siempre un tema espinoso por la cantidad de perspectivas que aúna, así ese puede tratar el asunto desde el plano etimológico con su correspondiente debate sobre el término a emplear (persona, embrión, feto, células, ser humano), también podemos poner el foco en la perspectiva biológica: ¿cuándo comienza la vida humana, es con la fecundación? ¿Cuándo es persona? ¿Cuándo surge el cerebro? ¿y el corazón? ¿Siente y padece, cuándo? Bajo la perspectiva biológica va a interesar cuándo comienza la vida y la cuestión de plazos en cuanto al desarrollo del embrión humano. Desde un enfoque jurídico, se determina cuándo el nasciturus es objeto de protección jurídica, porque según la legislación del país esa vida puede resultar inviolable o con capacidad jurídica aún sin haber nacido; también la perspectiva jurídica va a determinar los efectos o requisitos de la persona física para ser sujeto de derechos y obligaciones. Desde un plano moral vamos a determinar qué valores a proteger hay detrás, también con la ética nos vamos a referir a principios y comportamientos. Como vemos sólo con esas perspectivas se abre un maremágnum de discusiones.


Junto a las perspectivas también hay mitos, así algunos piensan que ser pro-vida es algo en exclusiva de católicos cuando la inmensa mayoría de las religiones se posicionan en favor de la protección de la vida humana en su estadio más incipiente. Pero el posicionarse en contra del aborto no excluye perspectivas de agnósticos y ateos.
Utilizando el imperativo categórico de Kant, pretendo demostrar con argumentos racionales (no morales) la ilógica que supone el aborto, recordemos: “¡Obra según una máxima que pueda valer a la vez como ley universal! Por lo que debes de considerar tus acciones primero desde su principio subjetivo, pero puedes reconocer si ese principio puede ser también objetivamente válido sólo en lo siguiente: en que sometido por tu razón a la prueba de pensarte por medio de él a la vez como universalmente legislador, se cualifique para una tal legislación universal”. Dicho de otro modo, debes de actuar de tal manera que en que tú estás haciendo hoy lo puedas justificar para que mañana cualquier otro lo haga igual. O lo que es lo mismo que, si una mujer pretende convencer a su pareja de abortar, entonces según el imperativo categórico kantiano, se tendría que preguntar a sí misma si acabar con esa vida por las razones que fueran (cuestiones económicas, no es deseado, falta de planificación o similar), entonces si esto lo hubiera planteado su madre o su padre, mientras que esa persona aún no había nacido podría haber sido la respuesta adecuada. ¿Si sus padres lo hubieran hecho, sería la respuesta correcta? Seguramente no, porque entonces no habría nacido esta persona. De ahí que se tache de que no hay imperativo categórico ninguno, esa decisión sería inmoral porque es contraria al bien porque es mala. Y las acciones malas, la sociedad ha de repudiarlas o se destruye a la sociedad misma si hay tolerancia con ellas.


El fundamento del imperativo categórico es que si lo que es malo no lo prohíbo sino que lo aplaudo y hasta lo vendo como derecho, entonces estoy destruyendo a la sociedad. No se puede banalizar la vida humana en cuanto a relativizarla conforme a parámetros de asociar dignidad con economía o demás banalidades.


Cambiemos la perspectiva y en vez de centrarnos en la mujer que aborta, lo hacemos en el bebé que al final nace. Si planteamos el imperativo categórico entonces mi conducta la puedo replicar como una acción universal y cada vez que se aplique sea correcta. En este sentido, si el hijo nace y va a tener un nieto y dice “no voy a tener el nieto porque no tengo capacidad económica para sostenerlo” y se aplaudiera esa decisión considerándola como la norma adecuada.

Así sería imperativo categórico, pero como se alude a que ha de ser “universalmente válida” ponte que todos decidan igual, eso haría a la sociedad ¿buena o mala? Evidentemente mala. Como la conducta no se puede llevar a la universalización de la misma sin que sea negativa, con independencia de las circunstancias, entonces estás violando el imperativo categórico de Kant (la moral del deber).


Seguimos con Kant pero cambiamos la perspectiva: “¿Puedo convertir al sujeto en un medio para conseguir algo?” El jurista romano Ulpiano nos diría “no te conviertas en un simple medio para los demás, sino sé para ellos a la vez un fin” Lo que se pretende evitar es la objetivización de la vida humana al plantear al embrión, al bebé como un obstáculo para el libre desarrollo de los planes de su madre (si pretendía viajar y tener un hijo le obstaculiza; si pretendía tener una vida más social y tener un bebé le impide, etc.), toda persona es un fin en sí mismo, no un medio ni un obstáculo.


Otro mito se construye conforme a la categoría a emplear para definir esa vida humana incipiente, así unos hablarán de embrión, otros de feto, negarán que sea una persona y hasta lo definirán como un conjunto de células. Por orden, para la RAE, aborto supone interrumpir de forma natural o provocada, el desarrollo del feto durante el embarazo. Y ¿el feto qué es? Según la misma fuente, se trata del embrión de los mamíferos placentarios y marsupiales, desde que se implanta en el útero hasta el momento del parto. Y el parto va a depender del tiempo de la gestación, no es un cómputo cerrado.


Podríamos seguir con el debate de los términos y así diríamos que un embrión no es una “persona” (etimológicamente proviene de “personaje” en relación a las máscaras que se usaban en los teatros de la antigüedad), ésta guarda relación con la intersubjetividad, esto es, las relaciones de comunicación, una relación abierta a un “tú”. Y el embrión no vive en sociedad, por lo que no se la puede considerar. Aunque dicho así, podríamos alegar que desde el primer día se produce una comunicación entre el embrión y la madre, tal es la tesis de la catedrática de Bioquímica y Biología molecular, Natalia López Moratalla. Dicho diálogo molecular que inicia el embrión al enviar moléculas que reciben los receptores específicos de la madre.

En respuesta, ella produce sustancias que permiten el desarrollo del embrión, le inyectan vitalidad, le indican el recorrido que debe seguir y el lugar donde debe detenerse para anidar. Así mismo, la neuroimagen ha permitido observar cómo con el embarazo el cerebro de la mujer cambia, estructural y funcionalmente, al responder a las consignas básicas que recibe del feto. Se crea en el cerebro materno, de forma totalmente natural, el vínculo de apego, que la inclina a comprender, cuidar y proteger a los hijos.


Podría seguir con perspectivas y enfoques pero argumentos hay de sobra para oponerse a una práctica que no tiene ninguna lógica, ya se mire desde la razón, la moral o la ética.

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