Desigualdad y Democracia: dos conceptos para entender América Latina

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No será un misterio que la pandemia del Covid-19 traerá consecuencias negativas al mundo, sobre todo en los ámbitos económico y político, que ya estaban en tela de juicio desde mucho antes de la pandemia. Dentro de ellos, un tema relevante que está siendo más evidente debido a la crisis sanitaria es la desigualdad social y económica en nuestra región. Por eso, el tema principal de este artículo es darle una mirada a la desigualdad y cómo ha afectado a las democracias en América Latina.

Desde la teoría de la democracia se ha realizado una gran cantidad de estudios respecto a la relación entre la desigualdad económica-social y cómo esta afecta a la democracia en la percepción ciudadana, calidad del sistema y participación ciudadana. Lo primer es conceptualizar sobre lo que entenderemos como democracia: siendo un sistema político que combina cuatro características: elecciones libres, justas y regulares; sufragio universal; accountability, y derechos de libertad de expresión y asociación garantizadas. Sin embargo, incluso con la existencia de esas cuatros características, si no hay igualdad, puede ser perjudicial para la mantención del régimen (Huber, Rueschemeyer, & Stephens, 1997). Las democracias funcionan mejor cuando los procesos políticos reducen los índices de desigualdad entre las categorías de sus ciudadanos. Sea como sea, algunos regímenes democráticos intervienen inevitablemente en la producción de la desigualdad. Si los estados democráticos conviven con una amplia desigualdad material e invierten en el mantenimiento de las formas de desigualdad, entonces la ausencia de desigualdad no puede ser una condición necesaria para la democracia (Tilly 2010).

En cuanto a la conceptualización de los términos económicos, para Álvarez et al (1996) el desarrollo económico es crucial para la supervivencia de la democracia en países pobres. Cuando existe crecimiento económico rápido con una inflación moderada, se presenta una mayor probabilidad de que la democracia sobreviva. Es necesario que la desigualdad de condiciones no se transforme en desigualdad de influencias. En cambio, la desigualdad social impide la democratización y mina la democracia bajo dos condiciones: a) cuando se cristalizan las diferencias continuas en diferencias categóricas por raza, género, clase, etc. y b) cuando se traduce lo anterior al momento de generar políticas públicas (Tilly 2010).

Ahora veamos qué pasa en América Latina. Huber, Rueschemeyer y Stephens (1997) explican que las nuevas democracias en la región tuvieron problemas en sus procesos de transiciones tales como: políticas públicas enfocadas en lo económico y reducción de servicios sociales. Muchos regímenes autoritarios establecieron políticas para desmovilizar a la sociedad y en el proceso de transición los partidos políticos no lograron generar vínculos, ni articular demandas sociales con los ciudadanos. Mientras que Lynn (2000) propone que la desigualdad en América Latina provee la base para la exclusión social en los regímenes autoritarios, sumándole un modelo económico que beneficia de manera desproporcionada a los ricos y poderosos. Sumándole que existe una profunda estratificación en los niveles de educación que aumenta la brecha social entre ricos y pobres, actuando como barrera para una adecuada representación política y perpetuando los patrones de desigualdad. Nun (2002) explica que en los ajustes implementados en la década de los ochenta en la región latinoamericana de cada cien empleos creados, ochenta y cinco corresponden a trabajos informales, de baja calidad, baja remuneración y desprovistas de toda protección social.

Con lo anterior vemos que el problema de la desigualdad viene desde la década de los ochenta y se ha mantenido y reforzado con el paso de los años, a través de políticas públicas, que mantenían la segregación de clases sociales. Debido a lo anterior, hemos sido testigos de una gran cantidad de movilizaciones sociales, cuyo fin ha sido demostrar la existencia de una latente desigualdad en sus respectivas sociedades, que ha generado un sentimiento de descontento hacia el régimen democrático.

Tuvo que llegar una pandemia para dejar en evidencia de la manera más más cruda como la redistribución de ingresos es paupérrima y que esta realidad está relacionada directamente en cómo la sociedad percibe al régimen democrático.
Desde un punto de vista normativo, se espera que los gobiernos puedan solventar las brechas de desigualdad entre los sectores de altos ingresos con los de ingresos medios y bajos. Esta desigualdad se aprecia en hechos como la manera en que afrontamos el confinamiento social: personas que ha tenido que salir a trabajar para subsistir, quienes han perdido sus trabajos, aquellos que protestan en contra de las medidas sanitarias, porque quieren o necesitan trabajar en servicios no esenciales, entre muchas otras situaciones. Todo esto tiene en base a la desigualdad económica y social que vivimos. Pero existe una solución para futuros fenómenos, que son las políticas públicas.

Para el futuro, los gobiernos deben planificar, a través de leyes y políticas cuyo objetivo sea la mejor redistribución de ingresos, entregando derechos universales a la población, en un contexto que exista un nuevo pacto social entre el Estado, los privados y la sociedad civil para colaborar entre todos, mejorando la calidad de nuestras democracias.

La desigualdad es un factor que puede afectar de forma negativa a los regímenes democráticos, generando un alejamiento y profundizando la apatía del ciudadano hacia la acción política y participación democrática. Por ello, es de suma importancia que los gobiernos deben realizar políticas públicas para generar la inclusión de la ciudadanía. No es sostenible para un sistema democrático que los gobiernos mantengan políticas económicas que solo contribuyen a mantener o agrandar la brecha de desigualdad en sus respectivos países. Por eso, se debe abogar por dichas políticas públicas de carácter universal, generadas con la participación de todos los estamentos sociales anticipadamente y no tener que enfrentar un evento de la magnitud del Covid-19, para que la clase político se dé cuenta de las precarias condiciones de sus ciudadanos.

Bibliografía
Alvarez, M., Cheibub, J., Limongi, F., & Przeworski, A. (2005). Democracy and Development. Political Institutions an Well Being in the World, 1950-1990. Cambridge: Cambridge University Press.
Huber, E., Rueschemeyer, D., & Stephens, J. ( 1997). The Paradoxes of Contemporary Democracy: Formal, Participatory and Social Dimensions. Comparative Politics Volumen 29 Nº3, 323-342.
Lynn, T. (2000). Economic Inequality and Democratic Instability. Journal of Democracy Volumen 11, número 1, 149- 159.
Nun, J. (2002). Democracia ¿Gobierno del pueblo o de los políticos? Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Tilly, C. (2010). Capítulo V: Igualdad y desigualdad. En C. Tilly, Democracia (págs. 143-171). Madrid: Akal.

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