Cautivos de la irresponsabilidad

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Cautivos de la irresponsabilidad

Resulta sonrojante, cuando no vergonzante, bochornoso, incluso deplorable, la actitud de nuestros gestores públicos pasándose la pelota de uno a otro para no asumir las

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Resulta sonrojante, cuando no vergonzante, bochornoso, incluso deplorable, la actitud de nuestros gestores públicos pasándose la pelota de uno a otro para no asumir las responsabilidades respectivas, sea cual fuere el motivo de controversia.

No nos corresponde a los ciudadanos señalar quién debe asumir las mismas, quién debe dar un paso al frente cuando los desafíos naturales ponen en riesgo la vida de las personas. Pero sí es competencia nuestra elegir quién debe estar al frente de las diferentes administraciones.

Sin embargo, va en el ADN patrio votar con las vísceras, porque la España cainita no ha dejado de existir, no feneció en el 39, con el final de la Guerra Civil, solo ha seguido por otros medios: mismos perros, con diferente collar.

Dos magnos episodios, como la pandemia de la Covid19 y el reciente temporal Filomena, han servido a la Administración nacional, autonómica y local para convertir nuestro país en un nuevo campo de batalla, por la sencilla razón de la disparidad de partidos confrontados que asumían las respectivas competencias.

Es cierto que no leo el Frankfurter Allgemeine, ni The Guardian, ni Le Fígaro, ni USA Today y no sé cómo se comportan las administraciones nacionales, regionales, ni locales, de otros países amigos, pero algo me dice que la lealtad en momentos críticos está fuera de toda duda y, sin embargo, en España hemos comprobado hasta qué punto el cinismo puede protagonizar los actos de unos y otros.

La instrumentalización de la tragedia, la manipulación de las víctimas, la apropiación del dolor ajeno es arrojado sin pudor a la cara al contrincante, ofreciendo la imagen más sórdida de un combate sin tregua, de una guerra sin cuartel, entre los dos partidos mayoritarios, que no han dudado en jugar con nuestros destinos para alcanzar sus objetivos.

Es cierto que ambos fenómenos naturales empezaron con consecuencias impredecibles y que al caos inicial debía haberle seguido una conducta ejemplar, donde la asunción de responsabilidades fuera capital, solicitando la colaboración del contrario en el momento preciso, necesario, oportuno. Pese a ello, hemos asistido a un lamentable espectáculo de competición por ver quién la tenía más larga…la razón, claro.

El oportunismo, la pose, el postureo, el populismo de algunos líderes, tratando de granjearse el favor de los incautos por hacerse fotos o grabarse vídeos pareciendo cercanos, limpiando puertas o achicando un par de cubos de agua, no sirve más que a los necios, a los mentecatos, a los ingenuos y a los muy torpes, aquellos capaces de ver la búsqueda de la oportunidad y el voto fácil.

Pero no menos bochornosa ha sido la actitud de algunos medios de comunicación, por no decir de todos, que se han coaligado oportunamente con cada uno de los bandos, encarnizando esa imagen cainita que tan poco ayuda a la resolución de los problemas, sino a la cronificación del conflicto, tal vez para asegurarse que el espectáculo continúe sine díe.

Lo he repetido mucho en las últimas semanas: en situaciones problemáticas o remamos todos juntos al unísono y de manera rítmica, o la nave se va a pique. Y visto lo visto parece que a los máximos mandatarios de ambos partidos no les importamos un carajo, y tal vez vaya siendo hora de empezar a votar con la cabeza, en vez de con el corazón o las vísceras.

Esta polarización o dualidad creciente se está dando en todo el planeta y no solo en España y/o EE. UU. Son las ciudades y sus ritmos frente al campo y los suyos, lo vetusto y lo emergente. Valores y recursos entran en disputa y el viejo esquema de derechas e izquierdas estará pronto superado.

Va siendo hora de pensar dos veces qué papeleta metemos en cada urna y con quién sumar fuerzas, en vez de seguir atomizando hasta el infinito a las fuerzas políticas existentes por un quítame allá esas pajas o por rabietas internas.

2 comentarios

  1. No estoy de acuerdo contigo, Juan-Manel.
    O, para ser exactos, claro que estoy de acuerdo con que la relación entre los partidos políticos en general (no solo entre el PP y el PSOE) es irrespirable: sucia, sectaria, tramposa y unos cuantos calificativos más.
    Falta sentido de lo colectivo, de lo común, de lo que es de todos.
    Incluso diría que falta «patriotismo», en el buen sentido de la palabra.
    Lo que no estoy de acuerdo es en que todos los líderes políticos se estén comportando del mismo modo y sean igualmente responsables de la mezquindad que nos asquea y nos acogota.
    No, no lo son.
    Cada persona (y donde digo cada persona puedes poner también cada partido, o su equivalente) es responsable de sus propios actos, no de los demás.
    Y siempre sucede lo mismo: cuando el PP no está en el gobierno se dedica a crispar, a armar bronca y a romper puentes, sin dejar fuera del ataque partidista ni un solo tema.
    Va en su ADN: el poder les pertenece por derecho natural y, en consecuencia, que gobiernen otros que no sean ellos es ilegítimo, una anomalía con la que hay que acabar cuanto antes. Como sea y al precio que sea.
    No hay emergencias ni cuestiones de Estado que respetar o dejar al margen.
    Todo vale para desgastar al enemigo y descabalgarle del poder que «okupa».
    Pasó con el terrorismo de ETA, pasó con la crisis económica iniciada en 2007/008, y está volviendo a pasar con la pandemia, las vacunas y hasta con la gran nevada.
    Para mí es repulsivo y, desde luego, no entiendo yo así el hacer oposición.
    He creído y sigo creyendo en la democracia, que equivale casi tanto como decir que sigo creyendo en la política (sí, ya sé que en las dictaduras y en los regímenes autoritarios también «se hace «política», pero no en el sentido al que yo me refiero).
    Y, para mí, la política consiste en abrir debates, hacer propuestas, contrastar ideas, buscar soluciones y un montón de cosas más, entre las cuales no está el armar bronca ni el descalificar por sistema al adversario.
    Pero, en fin, al parecer cada día somos menos los que creemos en la democracia.
    O al modo de Trump (nefasto y peligrosísimo personaje al que espero y confío la justicia norteamericana meta pronto en la cárcel, que es donde tiene que estar) y los trumpistas que en el mundo son: «Creo en la democracia…siempre que sea yo el que gane y el otro el que pierda» .
    Un abrazo.
    Jaime.
    PD.: Yo suelo pensarme bastante qué papeleta meter en la urna.
    Y también lo haré en las próximas elecciones (que, salvo sorpresa, deberían ser las municipales y las autonómicas de 2023).
    Lo que sí tengo claro es qué 2 papeletas no cogeré en ningún caso, por muy mal que estén las cosas.

  2. Querido Juan.

    Estoy totalmente de acuerdo contigo en el cainismo que se está instalando en nuestros políticos, pero en unos mas que en otros.
    Me parece muy destacable la apelación a los ciudadanos de no votar con las vísceras porque con esta actitud vamos al precipicio.

    Paloma

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