Resistencia y guerrilla antifranquista. La guerrilla leonesa.

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Desde el año 1936, en los inicios de la guerra civil, la provincia leonesa quedó bajo el control nacionalista, salvo una franja estrecha en los límites con Asturias. Los elementos más directamente comprometidos con el régimen republicano o huyeron al monte o se unieron al frente asturleonés, encuadrándose en el Ejército Popular del Norte. Una vez desarticulado el frente asturiano el 21 de octubre de 1937, los leoneses regresaron a sus lugares de origen. De esta forma, comenzaba la búsqueda de la supervivencia, fruto de la durísima represión que desataron los nacionalistas. La represión se constituirá, por tanto, como el factor clave en la génesis del movimiento guerrillero.

Como inciso aclarar, que estos movimientos guerrilleros se darán por distintos puntos de la geografía española, especialmente en zonas montañosas. Cantabria, Extremadura, Levante o Andalucía, serían algunas de las zonas por donde se extenderían estos grupos guerrilleros en oposición al régimen franquista. Sin embargo, especial importancia adquiere la Federación de Guerrillas de León-Galicia, convirtiéndose en el grupo más importante dentro de estos, sirviendo más tarde como ejemplo para poner en funcionamiento las Agrupaciones Guerrilleras por todo el país.

El grueso de los huidos leoneses se iba a concentrar en El Bierzo y Cabrera, sobre todo en las zonas limítrofes con Orense y Lugo. Las posibilidades geográficas para la lucha de guerrillas, junto con la mayor conciencia política originada en la minería berciana, propiciaron la consolidación de una guerrilla. Teniendo al Bierzo como punto central, se extendería por las comarcas de Laciana y Cabrera, en León, y por las franjas orientales de Orense y Lugo, así como el noroeste de Zamora (Sanabria) y el sudoeste asturiano. Los montes de Casayo, en la Sierra del Eje, terminarían convirtiéndose en el santuario casi inaccesible de los grupos de los huidos. Ya en 1936 hay noticias de un primer grupo de huidos en estos montes.

Será a partir de la caída del frente Norte cuando surjan nuevos grupos y se consoliden algunos de los existentes. La derrota del Ejército Popular del Norte provocó la concentración de ex milicianos en los límites fronterizos de León, Asturias y Galicia. Aunque la mayoría de hombres decidieron entregarse, algunos otros optaron por huir al monte o incluso esconderse en sus casas u otro lugares como pajares o cuevas. Una parte significativa de estos primeros grupos de huidos serían desarticulados por las Columnas de Operaciones que el régimen nacionalista instaló en pasos fronterizos y en los sistemas montañosos interprovinciales. La existencia de estos grupos de huidos era en extremo difícil, perseguidos por las fuerzas del orden y los huestes locales, en su mayoría falangistas.

Desde el comienzo de la guerra hasta 1942 esta fase estuvo dominada por la violencia, tanto por la fuerzas de represión como por los huidos. En esa dinámica violenta, en algunas ocasiones los huidos dieron muerte algunos vecinos de las localidades próximas a los escondites de estos. Uno de los colectivos que sufrió directamente la represión de los hombres del monte fue el de los párrocos rurales. Su autoridad en las aldeas y el alineamiento de muchos de ellos con el régimen franquista los situó como objetivo de estos ex milicianos, y siete sacerdotes del obispado de Astorga encontrarían la muerte durante esta época. Un número importante de párrocos cambiarían posteriormente su actitud e iniciaron una estrecha colaboración con los huidos, no por afinidades ideológicas, sino en la búsqueda de una convivencia pacífica con estos. También los huidos pagarían en esta fase su cota de muerte. Los sucesivos combates que se desarrollaban por El Bierzo y Cabrera iban causando notables bajas entre los huidos. Sin objetivos políticos claros, la falta de líderes capaces de dirigir el movimiento y acosados por las fuerzas de represión, los grupos de huidos se estaban aproximando en sus métodos cada vez más al bandolerismo.

A pesar de su orografía agreste, propicia para una guerra de guerrillas, en el sector nordeste no existió una guerrilla como tal, sino una lucha que se puede testificar como testimonial. Las precarias condiciones en las que se debatían los empujaron a asegurarse la supervivencia. Una prueba evidente fue su escasa operatividad, ya que no lograron articular un mando central que coordinará las diferentes partidas. Estos hombres no eran proclives al enfrentamiento armado, pero a pesar de ello su situación los llevó a cometer multitud de golpes económicos, secuestros y sabotajes.

Uno de los episodios de mayor repercusión, más dramático y confuso fue el secuestro y asesinato del ingeniero de Emilio Zapico Arriola. A partir de la muerte de Arriola en septiembre de 1945, la presión sobre los hombres del monte aumentó considerablemente, lo que unido a la liberación de Francia, convirtió la huida en la única alternativa viable. Entre finales de 1947 y comienzos de 1948 algunos consiguieron pasar a Francia en coche. Atrás quedaban once años, catorce guerrilleros muertos y el fracaso de una idea irrealizable: reconquistar el país para la libertad.

Lo que había comenzado tiempo atrás en el oeste leonés, concretamente en la localidad leonesa de Boñar, siendo un acto de subsistencia se convirtió, con el tiempo, en un movimiento guerrillero, no meramente testimonial. Será con el paso por la zona de huidos procedentes de Asturias camino de Portugal, cuando ante la imposibilidad de estos de embarcar en Portugal rumbo América, terminarán instalándose en El Bierzo a finales de 1939. A partir de la inserción de los asturianos en las distintas partidas, va asentándose una especie de dirección, embrión de la futura Federación.

A comienzos de la década de los años cuarenta, comenzaría a gestarse la Federación de Guerrillas de León-Galicia, entre el oeste leonés y la parte oriental de Orense. Es a partir de esa fecha cuando se puede hablar de guerrilla propiamente dicha, superando el aislamiento de las diferentes partidas de huidos y transformarse la dirección ambulante en mando central, con estatutos y con unos objetivos políticos a realizar. A partir de 1945 se intensificará la persecución de estos hombres, así como la presión sobre familiares y amigos de los huidos. Por otra parte, surgió otra modalidad antiguerrillera, las contrapartidas, compuestas por falangistas y, sobre todo, presidiarios y desertores se dedicaron a robar y a matar indiscriminadamente. El año 1945 fue el más trágico sin duda de todos, para guerrilleros y fuerzas del orden. Como consecuencia del incremento de la presión sobre la guerrilla, trajo como resultado la disolución de la Federación, tras discrepancias entre los propios componentes de esta, y la marcha al extranjero de la mayor parte de estos, lo cual significó el fin de la guerrilla leonesa. No obstante, algunos de los más importantes guerrilleros continuaron su lucha en solitario hasta la década de los años cincuenta.

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