Sectarismo moderno

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Sectarismo moderno

El sectarismo moderno está en pleno auge. Es ese que te hace sentir como si llevaras una camiseta del equipo contrario. Trump es el presidente

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El sectarismo moderno está en pleno auge. Es ese que te hace sentir como si llevaras una camiseta del equipo contrario.

Trump es el presidente que cuenta con la base social más polarizada de los últimos 70 años en los Estados Unidos. 

El siglo XXI trajo consigo el mayor cáncer posible para una sociedad ya en descomposción: las redes sociales.  Es el sueño húmedo de todo hooligan político: escuchar lo que quiere cuando quiere (siempre) y servir de peón a una clase política que da sus últimos pasos en esta carrera armamentística. Esto para los americanos es algo nuevo. 

Tanto en el primer debate presidencial entre Trump y Biden como en el debate de sus compañeros de candidatura, los candidatos demócratas ni afirmaron ni negaron estar dispuestos a «rellenar la corte del Supremo» si pudieran, esto es, llenar una institución como la Corte Suprema de los Estados Unidos de nuevos sitios que ocuparán jueces designados por su partido; diluir el poder del oponente. Sorprendentemente, no hay regulación que establezca un número fijo, pero cuando ves que uno de los dos principales partidos de los Estados Unidos se plantea romper una norma de convivencia que lleva 150 años funcionando para jalear a sus bases, sabes que nos estamos adentrando peligrosamente y de cabeza en el sectarismo político.

Los senadores votan lo que vota su partido, los votantes dicen lo que dice su candidato. Nadie habla, nadie piensa y nadie está dispuesto a «informarse» (los que todavía lo hagan) en las cadenas y medios de los perros de los contrarios. Tiempo ha, no conocíamos los resultados de una votación antes de que los mismísimos senadores votasen.

Más del 90% de los negros votan demócrata. En muchos ciudades de Estados Unidos como Detroit, Chicago, San Francisco y en el mismo Washington D.C el Partido Republicano no existe a efectos prácticos. Las ciudades votan en contra de lo que votan las zonas rurales, una tendencia que se acentúa cada vez más. Trump tiene, a la vez, de las peores aprobaciones presidenciales y una de las bases más sólidas. Quien no le odia le adora. Y es que desde Bush hijo, el apoyo de los votantes de un partido al candidato del partido opuesto es anecdótico, estamos hablando de menos de un 5%. Nadie está dispuesto a conceder un sólo centímetro al candidato o grupo opuesto. 

Un caldo de cultivo perfecto.

Las pasadas elecciones vimos como dos bandos, irreconciliables, se disputaban una victoria socio-cultural. Los deplorables y los demás, los patriotas y los otros. Es así como empiezan unos largos cuatro años de gente incapaz de sacar de la etiqueta y marco mental a gente que no conoce. Es así como empiezan cuatro años de política de gorra roja y gorra azul; votar a día de hoy se resume para la gran mayoría en «que no salga el contrario» y visibilizar y defender tu identidad, que no las políticas del candidato.

Personalmente me entristece ver que no puedo preguntar a la gran mayoría de quienes me rodean por qué «piensan» lo que «piensan». Todo se resume a una categorización y un pack político ridículo en el que crees saber todas las posturas del otro por conocer un par de ellas ¿y lo peor de todo? que muchas veces es cierto porque hay quienes se dejan empaquetar, y tienen miedo de desafiar una idea o hablar con quien piensa diferente. Con lo que nos gusta a algunos entender el porqué de cada idea, por distinta que nos sea, y no los suele haber. No corren buenos tiempos para los curiosos.

Las encuestas más afiladas que nunca, para que duelan como nunca tuvieron que hacerlo, armas de opinión política con las que ganar puntos frente al rival. Ah, y gente incapaz de entender que su candidato puede perder. Internet es maravilloso para informarse, casi tanto como para desinformarse. Soltar al público una herramienta que te puede aportar tanta información sabiendo que buena parte de ella es inútil es como darle una canica a un niño: al principio le puede hacer gracia, pero sabes que se la va a acabar tragando.

A día de hoy los demócratas mantienen la Cámara de Representantes, y los republicanos el Senado. El Senado tiene un sistema que beneficia enormemente a los republicanos. Los senadores pertenecen a estados de poblaciones muy diversas, pero siempre son 2 por cada estado. Wyoming con su medio millón de personas es representado con la misma fuerza que California con sus casi 40 millones. 2 senadores ambos. Así es como el Partido Republicano se hace con el senado pese a sumar 17,5 millones de votos menos que el Partido Demócrata a nivel nacional. 20 puntos percentuales de desventaja, mayoría absoluta en el Senado.

– «Que se jodan.»

Otro motivo de aspereza.

+ «Hay que cambiar el sistema.»

Dicen los otros.

Llegará el día en el que sus situaciones se intercambien, y será el mismo día en el que sus roles se intercambien. 

Por ahora tenemos una situación similar al 2016: un candidato impopular, pero con base sólida, entrando a unas elecciones con todas las encuestas en contra. La diferencia es que este año el sectarismo ha metido sus narices en la propia forma de votar. Millones de americanos ya han votado en unas elecciones afectadas por una pandemia. Los azules dicen que hay que votar por correo, los rojos que en persona y si es el mismo día de las elecciones, mejor. Naturalmente está nadie como para fiarse de nadie en unas elecciones que se vuelven a decidir por un puñado de votos en 4 sitios del país. YA ha habido hackeos a un particular sistema de votos online en la costa oeste, YA ha habido fraude electoral y quema tanto de votos como solicitudes de voto.

Las ventajas varían, pero en algunos Estados pueden llegar a ser abismales: en Pennsylvania, más del 80% de los republicanos declaran que votarán el día de las elecciones ¡80! La tónica general es que los demócratas votan antes y los republicanos el 3, pero los gritos de fraude en unas elecciones tan raras y tan importantes son atronadores.

En 2016 Trump siguió una estrategia clara: recuperar el «rust belt». Hablamos de Estados cuya economía históricamente ha sido la industria, y están en decadencia, siendo el súmmum de esta debacle el mítico Detroit. El proteccionismo pareció vertir una esperanza a un grupo de votantes que llevaban sin votar republicano desde Bush padre en el 88. Wisconsin en concreto desde la mítica victoria de Reagan contra Mondale. Trump, aunque por márgenes muy pequeños que rondan el medio punto, consigue ganar Michigan, Pennsylvania y Wisconsin contra todo pronóstico. Gana Florida, gana Ohio, North Carolina, Arizona y mantiene y gana todo lo que tenía que ganar.

En estas elecciones Trump sólo puede permitirse perder dos de estos 3 estados (MI, PA y WI) tan importantes. Incluso podría permitirse perder PA y MI y un voto electoral suelto que otorga un distrito de Nebraska, puesto que en caso de empate la Cámara de Representantes votaría, en una votación especial por estados, al presidente y el Senado -presumiblemente republicano- al vicepresidente. Con estas circunstancias, y asumiendo que Trump no pierde Arizona -un estado tradicionalmente republicano en el que los demócratas confían romper esa barrera mágica del 45% de voto que les impide ganar- todos los ojos están puestos en Wisconsin, y especialmente en Michigan y Pennsylvania.

Casi todas las encuestas dan vencedor a Joe Biden. Pennsylvania ya está siendo un punto muy caliente y lo será aún más de aquí a un par de días. Habrá incontables denuncias de fraude.

Por ahora los electores del colegio electoral -salvo contadas excepciones- han votado al candidato que deben votar, pero al paso al que va EEUU me da miedo pensar en que las normas del juego se emborronen y las tonterías empiecen a ser el pan de cada día, quizás no ahora, pero sí en un tiempo. El Partido Republicano va a estar contra las cuerdas si los demócratas consiguen tumbar definitivamente Texas en el futuro. Pero para entonces habrán pasado casi 10 años, ¿y quién sabe lo que va a pasar para entonces? Ahora hay que estar atentos porque vienen curvas. Philadelphia ya está ardiendo, le toca el resto a Pennsylvania y después quizás a todo el país.

Pase lo que pase va a ser cataclísmico el desenlace este ciclo electoral, unos y otros saldrán a golpearse tal y como se les ha encomendado, pero como encima vuelva a ganar cierto candidato naranja…


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