Un discurso no tan brillante

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Un discurso no tan brillante

Sí, no y la abstención. Esas eran las opciones que se manejaban en la moción de censura al Gobierno de Pedro Sánchez. Por supuesto, tanto

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Sí, no y la abstención. Esas eran las opciones que se manejaban en la moción de censura al Gobierno de Pedro Sánchez.

Por supuesto, tanto se sabía de antemano que todos los socios de gobierno de Pedro Sánchez se iban a oponer, como de que VOX, el partido que promovió la moción iba a mantener el “sí”. La incógnita hasta el último momento fue la decisión del Partido Popular, y es que, hasta el final no se desveló el sentido de su voto, que finalmente fue “no”.

Argumentó Pablo Casado que, tan solo cuatro conocían la decisión adoptada y que se había mantenido en absoluto secreto. Desconocemos si es porque ni el presidente del partido se fía de sus diputados o porque de conocerse, de producirse una filtración invalidaría el discurso o perdería fuerza.

Con todo, fue un auténtico espectáculo como los días previos, nadie sabía la posición del partido. Unos, porque conociéndolo no lo querían revelar, y los más porque no lo sabían, ni estaban los que sí con la intención de comunicárselo. Y había guerra interna a costa de ese misterio, recuerdo que la desahuciada portavoz, Cayetana Álvarez de Toledo se manifestó en repetidas ocasiones reconociendo que “la abstención era la decisión correcta«, quizás porque revoloteaba la idea de que se pudiera coincidir con el gobierno en el mismo voto y aquello, se pretendía por todos los medios _ evitar.

VOX, a sabiendas de que no sumaba suficientes apoyos para que la moción tuviera éxito fue práctico. Utilizó la moción con una doble finalidad: por una parte, más allá de presentar una alternativa que nadie iba a secundar se dedicó a citar uno tras otro los errores que había cometido el Gobierno, empezando por la nefasta gestión en el control y la prevención de la Covid19, así recordó tirando de hemeroteca las mentiras del barquero, las ridículas previsiones del virólogo experto, Fernando Simón, que afirmó en su día perlas tales como: “el virus no llegaría a España”, que “no habría transmisión comunitaria», que «el contagio se limitaría a un caso o dos”, que “todo estaba controlado” y demás mentiras que no hicieron otra cosa que demostrar el gran fraude de sus profecías, tan desacertadas como contrarias a la realidad.

También citó los negocios a cuenta de las mascarillas que el gobierno realizó con empresas opacas, contratos con comisiones que escapaban a cualquier control, aviones que no acababan de llegar con material sanitario, la escasez de medios, la nula gestión de la sanidad pública, la negligencia con respecto a las residencias de ancianos, la nula previsión, el recorte de libertades públicas, el estado de alarma, los confinamientos y un largo etcétera de desastres intencionados o no, con los que el Gobierno gestionó tan negligentemente la pandemia; así como cuestiones que también se dio prisa por gestionar entre medias, como los indultos a los golpistas, la eliminación de la educación especial, el veto de la comunidad educativa en la futura ley de educación, una nueva modificación de la ley mordaza y más cuestiones en beneficio propio, aprovechando que el Congreso estaba cerrado y que los decretos son imparables.

Pero también se dispersó o se motivó en exceso y salieron a relucir propuestas que para nada guardaban con su ideario político como posicionamientos anti-Europa, calificando a esta como una organización totalitaria (aunque tampoco le faltaría razón en relación a la antropología que trata de imponer a machaca martillo, pero es otro debate), y es que quizás no atinó bien que, sin fondos de reconstrucción sí que tendríamos un grave problema, nos convertiríamos en Argentina o peor, en Venezuela; por suerte, está Europa para ayudarnos a paliar la crisis en la que nos han metido. Tampoco saldrá gratis.

Podría decirse que VOX dejó argumentos o excusas para que el PP viniera detrás y le criticara un poco, argumentando así algo de división, por eso de mantener cada cual a su parroquia contenta. Pero Pablo Casado había orquestado otro tipo de discurso, duro y sin contemplaciones.

El PP a diferencia de VOX no presentó al candidato a las elecciones a Cataluña, ni tan siquiera presentó en sociedad a su nueva “portavoza” feminista, no. Pablo Casado se arropó todos los focos y habló y expuso las razones por las que él y su partido se oponían a la moción de censura, realmente el discurso no se centró en evitar la reprobación al Gobierno, sino en la reprobación de VOX.

Y dijo muchas cosas, hizo un discurso europeísta y económico, retratando a la formación de Santiago Abascal como oportunista y sin ideas, lo tachó de populista y lo comparó con Podemos. No quedó ahí la cosa sino que, aprovechando su enésimo giro al centro, empezó a cargar contra VOX y su amigo Abascal, con todo tipo de adjetivos y descalificaciones y no contento con eso entró en el terreno personal a humillar al presidente de VOX y sus votantes, estableciendo una separación entre ellos y su partido, una distancia que para nada podía establecer cercanía o puentes, llegando a pronunciar a viva voz: “Hasta aquí hemos llegado”.

Por supuesto, eso no se tradujo en reconocer que echaba del gobierno de Madrid, Andalucía o Murcia a la formación de Abascal, pero sí que evidenciaba que VOX y sus votantes constituían un problema para España, los hacía responsables de la situación actual, como si ellos y no el gobierno tuvieran la culpa. Porque para Casado, el PP había perdido las elecciones por culpa de VOX, es más, afirmó que trabajaba para el enemigo, que era la excusa de Sánchez para gobernar España. Que sólo el PP se bastaba en la oposición y no había espacio para «la ultraderecha» en el Congreso, en definitiva que, la existencia de VOX era un instrumento de la izquierda para evitar que el PP ganara las elecciones.

Sin asumir responsabilidad alguna en la fuga de votantes del PP a la formación de Abascal, consideró Pablo que su homólogo en la formación verde había engañado a sus votantes prometiendo cosas que no podía cumplir, así le recordó que había sido el PP quien había derrotado a ETA y eso a pesar de que había tres parlamentarios de esa formación que le aplaudirían al final de su discurso, también le recordó que se bastaban a sí mismos sin la ayuda de nadie, pero la realidad era torticera y obvió que necesitaba de VOX para seguir gobernando Madrid, Murcia y Andalucía.

Pero al grano, el PP rompía con VOX, y la bancada pepera lo aplaudía con gran alborozo y jolgorio. También hubo un gran entusiasmo en la bancada opuesta, el gobierno le aplaudió, lo mimó; hasta Pablo Iglesias le reconoció que había sido un gran discurso, «un discurso brillante», que lo había hecho muy bien. También Gabriel Rufián felicitó a Pablo Casado. Y todas las terminales mediáticas se hicieron eco de ese cambio de chaqueta, alabando al dirigente popular en cadenas nada amigas como la Sexta o Cuatro. También El País y Público felicitaron al PP por ese cambio de aires, desde Ferreras a Escolar, pasando por Iñaki Gabilondo, todos y cada uno de ellos se congratularon del discurso de Pablo Casado.

Y claro, hubo movimientos en el PP. No de sus diputados que, recuerdo habían votado todos “que no”, incluso quienes habían defendido otros posicionamientos, aunque luego estos“disidentes de boquilla” reconocieron que les habían impuesto el voto. Decía que hubo movimientos, su electorado entró en crisis, convulsiones, espumarajos y silencios pronunciados de quienes se habían tomado bastante mal una decisión que les arropaba junto al gobierno y es que su partido había coincidido con Bildu, Podemos o Pedro Sánchez en negar la realidad, esto es, la reprobación al Gobierno. El principal partido de la oposición había votado en contra de reprobar al Gobierno y este, junto con sus socios gubernamentales, les había aplaudido. Aquello no tenía perdón, pero como ya digo, escuchar a Ferreras en La Sexta felicitar a Pablo Casado removió muchas digestiones aquella noche.

Un gran éxito dijeron desde el PP, Pablo sacó pecho, reconoció que su mujer le había ayudado a la hora de elaborar el discurso. Aunque días después reconocería que fue José María Aznar quien se lo había hecho, ¿quién si no?. Sí, de acuerdo, podría habérselo escrito también Soraya Sáenz de Santa María y no se habría notado la diferencia.

Pero al menos se habían quitado el sanbenito de “la derechita cobarde”. Pablo Casado había dado un paso adelante y se había sacudido los complejos. ¿Seguro? Todo apunta a lo contrario, le pudo ser llamado “fascista y ultra derecha” por la izquierda y había preferido romper puentes con VOX para irse de excursión al centro. Vamos que, quería ser aceptado por la izquierda, de ahí el giro a la izquierda. Una vez más el PP asumía los complejos y en vez de desquitarse cedía ante lo que reclamaba la izquierda (como cuando cambió a Cayetana de portavoz por una feminista más del agrado del Gobierno) y ya no se sabe cuántas claudicaciones quedarán todavía.

El PP en el año 2012 cambió su ideario, ahora es un partido liberal conservador – sí, ya sé, resultan totalmente contradictorios esos dos términos – situado entre el centroderecha y la derecha, también se define como “liberal-reformista” – ni idea de en qué se concreta –.

Lo que sí se sabe es que, fuera de cuestiones económicas vota lo mismo que el PSOE, así en Ley de Memoria Histórica secunda lo que hace el gobierno; también en Ideología de género, aun siendo más restrictivos en las comunidades autónomas en las que gobierna, por ejemplo en Madrid, donde focaliza un día sí y al otro también a la Iglesia católica; también con respecto a la Ley de Violencia de Género vota lo mismo que el PSOE y Unidas Podemos; también secunda los posicionamientos de la izquierda con respecto al feminismo, tan solo hay que fijarse en la nueva “portavoza”, gran defensora del lenguaje inclusivo y sus folclores lingüísticos. En relación a todo lo que rodea al colectivo Lgtbiq+ más de lo mismo. Es por ello que, el PP podría haber girado demasiado en su eterno viaje al centro o a la caza del electorado disidente del PSOE, hasta confudirse con este.

Tampoco conviene olvidar que el propio Pablo Casado en una entrevista llegó a afirmar «Yo no soy de derechas, soy moderado». Con todo, está claro que el Partido Popular ha abandonado el espectro político de “la derecha” para aventurarse en un viaje sin destino claro. Quizá, logre repescar votos de Ciudadanos, quizá el electorado que tiene de derechas se vaya a VOX – lo segundo más probable que lo primero –, en todo caso, supone una noticia triste que el principal partido de la oposición abandone nuevamente a su electorado para lograr el aplauso del gobierno, el guiño de la izquierda, el consenso progre.

Recuerdo cuando a Aznar le sacaron aquella publicidad del doberman, quizás a Casado le pongan un perrito faldero, al fin y al cabo, ya no muerde, es demasiado dócil con la izquierda, tan solo gruñe a VOX pero a la vez lo necesita para gobernar, así que, cuanto menos, resulta suicida su estrategia.

“Un discurso brillante” fue lo que le dijo Pablo Iglesias a Casado, un gran halago del que sentirse orgulloso, ¿o no?.

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