El culto a los caídos por Dios y por España.

El régimen franquista pronto se molestó por promover la reescritura del heroico nacimiento entorno al fallido golpe de estado de 18 de julio de 1936. La situación navegaba envuelta en una constante pugna entre España y la designada anti-España. Se intentaba llevar a cabo no solo una reparación política, sino también social y religiosa de los crueles años sufridos por una guerra civil y la denominada barbarie roja.

Los comúnmente señalados como caídos, muertos en defensa del nuevo orden establecido, recibieron especial atención por parte del régimen para ser conmemorados por su heroicidad frente al régimen republicano, cuyo propósito principal era apoyar la legitimación política y la justificación de la dictadura franquista, por medio de homenajes, a través de rituales, monumentos y liturgias apuntando directamente al martirio y heroicidad de aquellos que murieron en nombre de la patria.

En plena posguerra, la jerarquía eclesiástica española se ocupó de la rehabilitación del recuerdo de los mártires de la Iglesia, de todos y cada uno de los sacerdotes, monjas o religiosos que habían perdido la vida a manos de la dominación roja. Nacía así el pensamiento de que la guerra era una especie de cruzada religiosa promovida para salvar al país del ateísmo en el que se había visto sumergido durante la república, y de esta manera recatolizar de nuevo el país, a través de la educación y la iglesia. Incluso, en los primeros años que transcurrieron de la dictadura, se llegó a nombrar una comisión que se encargará de recoger todo tipo de documentación que ofreciera datos acerca de la persecución que la Iglesia había padecido en España, especialmente con la finalidad de la glorificación de mártires, obispos y sacerdotes. Se suscitó la creación de libros sobre la naturaleza de la persecución sufrida y también monografías sobre los difuntos religiosos asesinados en torno a su historia y martirio. De la misma manera, se acordó establecer ciertas festividades religiosas como significativas en el calendario, claros ejemplos son el día del Apóstol Santiago o el día de la Virgen del Pilar.

Otra muestra de este culto, se produce por parte de las autoridades gubernamentales, desde donde se instó a los ayuntamientos a perdonar o eximir las obligaciones municipales que gravan las inhumaciones, exhumaciones y traslados de los cadáveres de los caídos por parte de los marxistas o en el frente, alegando la inmediata necesidad de rendir culto y homenaje de respeto a los restos de las personas asesinadas en circunstancias trágicas o muertas en el frente y cuyo enterramiento tuvo parte en lugares inadecuados o inapropiados.

Las iniciativas para la recuperación y sepultura de los cuerpos de los muertos y la perpetuación de su recuerdo en monumentos conmemorativos avanzaron en el establecimiento del culto a los caídos. Se trataba de institucionalizar el culto a la muerte. El partido político Falange Española Tradicionalista y de las JONS promovió la exaltación de este culto, por ejemplo el aniversario de la muerte y funeral de José Antonio Primo de Rivera en el mes de noviembre de 1938. Otra fecha significativa fue el día del entierro con honores fúnebres del general Sanjurjo, cuya celebración tuvo lugar el 29 de octubre, día de los Caídos, y cuya muerte se celebró de forma heroica. La festividad nacional, Fiesta del Alzamiento o Fiesta de Exaltación del Trabajo, el 18 de julio, también se estableció como fecha clave en el recuerdo de la victoria.

La politización del recuerdo, en el que el culto a los caídos fue plasmado en tumbas y cementerios, nos conduce directamente a Paracuellos de Jarama, lugar que fue situado en el centro de la política del recuerdo del nuevo Estado. Más tarde, la asociación de familiares de aquellos que abatieron en los fusilamientos de Paracuellos pudo recuperar los cuerpos de sus familiares para finalmente descansar en paz.

La extensión de este tipo de lugares conmemorativos comenzó a multiplicarse por España, en concreto en cada localidad se disponía de un lugar de oración por los muertos, en forma de altares o cruces. Sin embargo, el hito más significativo conlleva a la creación de un lugar que reuniera todos los espacios memorables distribuidos por la geografía española. Por medio del Decreto de 1 de abril de 1940, de la Presidencia del Gobierno, se dispuso a la creación de un recinto que alberga una basílica, un monasterio y otros edificios , con el fin de inmortalizar la evocación de los que cayeron durante la cruzada en defensa de la causa nacional. El lugar conocido como Cuelga-muros o Valle de los Caídos. Tal vez este lugar se haya convertido en uno de los mejores ejemplos de la trascendente obra del franquismo al culto a los caídos, cuya inauguración se produjo el 1 de abril de 1959.

En suma, misas, desfiles, funerales de estado, fechas señaladas como luto nacional o levantamientos de cruces, serían entre otros los eventos más destacados que tuvieron lugar durante cuarenta años en los que estuvo vigente el régimen autoritario. Se trataba de dar forma a sucesos acontecidos durante la guerra civil para convertirlos en epopeyas o gestas heroicas, para recordar a los caídos por Dios y por España. Todo ello bajo la esfera de un nacional-catolicismo embelesado por la idea de la salvación eterna.


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