Como vimos en la primera parte de este artículo Thomas Sankara fue un revolucionario, pero lo fue sobre todo en dos aspectos más, en primer lugar en el derecho de las mujeres de su país. Decía que “La revolución y la liberación de la mujer van unidas. No hablamos de la emancipación de la mujer como un acto de caridad o por una oleada de compasión humana, es una necesidad básica para el triunfo de la revolución. Las mujeres ocupan la otra mitad del cielo.” Y entre otras cosas prohibió la mutilación genital femenina, el matrimonio forzado y la poligamia. Además nombró un número elevado de ministras rompiendo con la tradición del país e impulsó a las mujeres a quedarse en la escuela y trabajar fuera de casa para acelerar su equiparación con los hombres.
Por otro lado luchó contra la corrupción de manera activa proyectando una imagen de desapego material con unos gestos que rápidamente encandilaron al pueblo: Vendió los coches Mercedes del gobierno e hizo que el Renault 5, que era el coche más barato del país, fuese el vehículo oficial para el gobierno. Redujo todos los sueldos de los funcionarios públicos, especialmente el suyo, prohibiendo además al gobierno viajar en primera clase en los desplazamientos en avión. Limitó sus posesiones a una casa donde vivía con su familia, un automóvil, cuatro bicicletas, tres guitarras y un frigorífico convencional. Renunció a tener aire acondicionado en el despacho presidencial pues las grandes mayorías de su país no podían permitirse este lujo. Además obligó a todo el gobierno a vestir solamente con la ropa producida en el propio país lo que iba relacionado de manera intrínseca con su fomento de la producción textil nacional hasta alcanzar la autonomía como había conseguido con la alimentación. Todas estas acciones le granjearon el cariño del pueblo desde el primer momento pero enrareció aún más su relación con otros dirigentes de la revolución que no querían renunciar a los beneficios de los que disfrutaban los anteriores gobiernos. Para el pueblo el líder era un símbolo y un referente que brillaba cada día más pero al mismo tiempo en las sombras que dejaba tras de sí la figura de Sankara emergía el rencor de sus colegas revolucionarios.
Por último cabría destacar una vez más la importancia exterior que tuvo su figura como articulador de una unión de países africanos frente a las injerencias de las potencias. Su intención era crear un mercado africano donde los productores fuesen exclusivamente africanos, los productos también absolutamente autóctonos y los consumidores igual, cerrando al exterior la economía del continente salvo en casos excepcionales. Para ello era muy importante coordinar la acción internacional y oponerse sobre todo al neolocialismo francés y los grandes organismos internacionales. Esto evidentemente significó una afrenta y un desafío al poder del capitalismo internacional y, siguiendo la famosa frase de la serie de HBO, en el juego de tronos o ganas o mueres.
Finalmente Thomas Sankara junto a doce miembros más del gobierno fueron asesinados por un complot liderado por Blaise Compaoré quien desde que asumió la dirección del país suavizó las posturas hacia las potencias extranjeras hasta el punto de terminar convirtiéndose en un peón geopolítico de Francia que intervino en distintos conflictos en otros países africanos, dio marcha atrás a la mayoría de las medidas económicas de la revolución así como retrocedió en las medidas sociales y reinstauró los privilegios del gobierno, de la oligarquía y los terratenientes locales inaugurando una etapa de corrupción y enriquecimiento personal que creció a la vez que el paro y la analfabetización. Durante el mandato extenso de Compaoré el paro se sitúo por encima del 40 por ciento y la apertura internacional destruyó los breves logros económicos de la revolución. Eso sí, volvieron los mercedes, las mansiones, los viajes en primera y corrió el champagne por los despachos del gobierno.
Blaise Compaoré, huérfano criado por el padre de Thomas Sankara como un hijo más protagonizó una anécdota poco antes de morir el líder revolucionario en una cena en casa de Compaoré que remiten lo curioso de esta historia. Su esposa ofreció champagne a Sankara quien lo rechazó como el fruto de su moralidad revolucionaria que renunciaba a los lujos. Tras el gesto la esposa de Compaoré señaló a Sankara y dijo: Allí descansarán los que no toman champagne y aquí viviremos los que sí lo tomamos. Como una malévola amenaza meses después se cumplió y el compañero de armas, el hermano, el hombre de máxima confianza asesinó y sucedió al gran líder revolucionario, al último grito por África.
Por sus acciones, por sus intenciones de liberar África no sólo políticamente si no también económicamente del imperialismo, he rescatado la figura de un líder pequeño en la historia pero cuya sombra sigue cobijando una tierra fértil, dispuesta para que alguien continúe su legado.