Moción de censura de Vox ¿Si o no?

Javier Bustos

Un discurso no tan brillante

Sí, no y la abstención. Esas eran las opciones que se manejaban en la moción de censura al Gobierno de Pedro Sánchez.

Por supuesto, tanto se sabía de antemano que todos los socios de gobierno de Pedro Sánchez se iban a oponer, como de que VOX, el partido que promovió la moción iba a mantener el “sí”. La incógnita hasta el último momento fue la decisión del Partido Popular, y es que, hasta el final no se desveló el sentido de su voto, que finalmente fue “no”.

Argumentó Pablo Casado que, tan solo cuatro conocían la decisión adoptada y que se había mantenido en absoluto secreto. Desconocemos si es porque ni el presidente del partido se fía de sus diputados o porque de conocerse, de producirse una filtración invalidaría el discurso o perdería fuerza.

Con todo, fue un auténtico espectáculo como los días previos, nadie sabía la posición del partido. Unos, porque conociéndolo no lo querían revelar, y los más porque no lo sabían, ni estaban los que sí con la intención de comunicárselo. Y había guerra interna a costa de ese misterio, recuerdo que la desahuciada portavoz, Cayetana Álvarez de Toledo se manifestó en repetidas ocasiones reconociendo que “la abstención era la decisión correcta«, quizás porque revoloteaba la idea de que se pudiera coincidir con el gobierno en el mismo voto y aquello, se pretendía por todos los medios _ evitar.

VOX, a sabiendas de que no sumaba suficientes apoyos para que la moción tuviera éxito fue práctico. Utilizó la moción con una doble finalidad: por una parte, más allá de presentar una alternativa que nadie iba a secundar se dedicó a citar uno tras otro los errores que había cometido el Gobierno, empezando por la nefasta gestión en el control y la prevención de la Covid19, así recordó tirando de hemeroteca las mentiras del barquero, las ridículas previsiones del virólogo experto, Fernando Simón, que afirmó en su día perlas tales como: “el virus no llegaría a España”, que “no habría transmisión comunitaria», que «el contagio se limitaría a un caso o dos”, que “todo estaba controlado” y demás mentiras que no hicieron otra cosa que demostrar el gran fraude de sus profecías, tan desacertadas como contrarias a la realidad.

También citó los negocios a cuenta de las mascarillas que el gobierno realizó con empresas opacas, contratos con comisiones que escapaban a cualquier control, aviones que no acababan de llegar con material sanitario, la escasez de medios, la nula gestión de la sanidad pública, la negligencia con respecto a las residencias de ancianos, la nula previsión, el recorte de libertades públicas, el estado de alarma, los confinamientos y un largo etcétera de desastres intencionados o no, con los que el Gobierno gestionó tan negligentemente la pandemia; así como cuestiones que también se dio prisa por gestionar entre medias, como los indultos a los golpistas, la eliminación de la educación especial, el veto de la comunidad educativa en la futura ley de educación, una nueva modificación de la ley mordaza y más cuestiones en beneficio propio, aprovechando que el Congreso estaba cerrado y que los decretos son imparables.

Pero también se dispersó o se motivó en exceso y salieron a relucir propuestas que para nada guardaban con su ideario político como posicionamientos anti-Europa, calificando a esta como una organización totalitaria (aunque tampoco le faltaría razón en relación a la antropología que trata de imponer a machaca martillo, pero es otro debate), y es que quizás no atinó bien que, sin fondos de reconstrucción sí que tendríamos un grave problema, nos convertiríamos en Argentina o peor, en Venezuela; por suerte, está Europa para ayudarnos a paliar la crisis en la que nos han metido. Tampoco saldrá gratis.

Podría decirse que VOX dejó argumentos o excusas para que el PP viniera detrás y le criticara un poco, argumentando así algo de división, por eso de mantener cada cual a su parroquia contenta. Pero Pablo Casado había orquestado otro tipo de discurso, duro y sin contemplaciones.

El PP a diferencia de VOX no presentó al candidato a las elecciones a Cataluña, ni tan siquiera presentó en sociedad a su nueva “portavoza” feminista, no. Pablo Casado se arropó todos los focos y habló y expuso las razones por las que él y su partido se oponían a la moción de censura, realmente el discurso no se centró en evitar la reprobación al Gobierno, sino en la reprobación de VOX.

Y dijo muchas cosas, hizo un discurso europeísta y económico, retratando a la formación de Santiago Abascal como oportunista y sin ideas, lo tachó de populista y lo comparó con Podemos. No quedó ahí la cosa sino que, aprovechando su enésimo giro al centro, empezó a cargar contra VOX y su amigo Abascal, con todo tipo de adjetivos y descalificaciones y no contento con eso entró en el terreno personal a humillar al presidente de VOX y sus votantes, estableciendo una separación entre ellos y su partido, una distancia que para nada podía establecer cercanía o puentes, llegando a pronunciar a viva voz: “Hasta aquí hemos llegado”.

Por supuesto, eso no se tradujo en reconocer que echaba del gobierno de Madrid, Andalucía o Murcia a la formación de Abascal, pero sí que evidenciaba que VOX y sus votantes constituían un problema para España, los hacía responsables de la situación actual, como si ellos y no el gobierno tuvieran la culpa. Porque para Casado, el PP había perdido las elecciones por culpa de VOX, es más, afirmó que trabajaba para el enemigo, que era la excusa de Sánchez para gobernar España. Que sólo el PP se bastaba en la oposición y no había espacio para «la ultraderecha» en el Congreso, en definitiva que, la existencia de VOX era un instrumento de la izquierda para evitar que el PP ganara las elecciones.

Sin asumir responsabilidad alguna en la fuga de votantes del PP a la formación de Abascal, consideró Pablo que su homólogo en la formación verde había engañado a sus votantes prometiendo cosas que no podía cumplir, así le recordó que había sido el PP quien había derrotado a ETA y eso a pesar de que había tres parlamentarios de esa formación que le aplaudirían al final de su discurso, también le recordó que se bastaban a sí mismos sin la ayuda de nadie, pero la realidad era torticera y obvió que necesitaba de VOX para seguir gobernando Madrid, Murcia y Andalucía.

Pero al grano, el PP rompía con VOX, y la bancada pepera lo aplaudía con gran alborozo y jolgorio. También hubo un gran entusiasmo en la bancada opuesta, el gobierno le aplaudió, lo mimó; hasta Pablo Iglesias le reconoció que había sido un gran discurso, «un discurso brillante», que lo había hecho muy bien. También Gabriel Rufián felicitó a Pablo Casado. Y todas las terminales mediáticas se hicieron eco de ese cambio de chaqueta, alabando al dirigente popular en cadenas nada amigas como la Sexta o Cuatro. También El País y Público felicitaron al PP por ese cambio de aires, desde Ferreras a Escolar, pasando por Iñaki Gabilondo, todos y cada uno de ellos se congratularon del discurso de Pablo Casado.

Y claro, hubo movimientos en el PP. No de sus diputados que, recuerdo habían votado todos “que no”, incluso quienes habían defendido otros posicionamientos, aunque luego estos“disidentes de boquilla” reconocieron que les habían impuesto el voto. Decía que hubo movimientos, su electorado entró en crisis, convulsiones, espumarajos y silencios pronunciados de quienes se habían tomado bastante mal una decisión que les arropaba junto al gobierno y es que su partido había coincidido con Bildu, Podemos o Pedro Sánchez en negar la realidad, esto es, la reprobación al Gobierno. El principal partido de la oposición había votado en contra de reprobar al Gobierno y este, junto con sus socios gubernamentales, les había aplaudido. Aquello no tenía perdón, pero como ya digo, escuchar a Ferreras en La Sexta felicitar a Pablo Casado removió muchas digestiones aquella noche.

Un gran éxito dijeron desde el PP, Pablo sacó pecho, reconoció que su mujer le había ayudado a la hora de elaborar el discurso. Aunque días después reconocería que fue José María Aznar quien se lo había hecho, ¿quién si no?. Sí, de acuerdo, podría habérselo escrito también Soraya Sáenz de Santa María y no se habría notado la diferencia.

Pero al menos se habían quitado el sanbenito de “la derechita cobarde”. Pablo Casado había dado un paso adelante y se había sacudido los complejos. ¿Seguro? Todo apunta a lo contrario, le pudo ser llamado “fascista y ultra derecha” por la izquierda y había preferido romper puentes con VOX para irse de excursión al centro. Vamos que, quería ser aceptado por la izquierda, de ahí el giro a la izquierda. Una vez más el PP asumía los complejos y en vez de desquitarse cedía ante lo que reclamaba la izquierda (como cuando cambió a Cayetana de portavoz por una feminista más del agrado del Gobierno) y ya no se sabe cuántas claudicaciones quedarán todavía.

El PP en el año 2012 cambió su ideario, ahora es un partido liberal conservador – sí, ya sé, resultan totalmente contradictorios esos dos términos – situado entre el centroderecha y la derecha, también se define como “liberal-reformista” – ni idea de en qué se concreta –.

Lo que sí se sabe es que, fuera de cuestiones económicas vota lo mismo que el PSOE, así en Ley de Memoria Histórica secunda lo que hace el gobierno; también en Ideología de género, aun siendo más restrictivos en las comunidades autónomas en las que gobierna, por ejemplo en Madrid, donde focaliza un día sí y al otro también a la Iglesia católica; también con respecto a la Ley de Violencia de Género vota lo mismo que el PSOE y Unidas Podemos; también secunda los posicionamientos de la izquierda con respecto al feminismo, tan solo hay que fijarse en la nueva “portavoza”, gran defensora del lenguaje inclusivo y sus folclores lingüísticos. En relación a todo lo que rodea al colectivo Lgtbiq+ más de lo mismo. Es por ello que, el PP podría haber girado demasiado en su eterno viaje al centro o a la caza del electorado disidente del PSOE, hasta confudirse con este.

Tampoco conviene olvidar que el propio Pablo Casado en una entrevista llegó a afirmar «Yo no soy de derechas, soy moderado». Con todo, está claro que el Partido Popular ha abandonado el espectro político de “la derecha” para aventurarse en un viaje sin destino claro. Quizá, logre repescar votos de Ciudadanos, quizá el electorado que tiene de derechas se vaya a VOX – lo segundo más probable que lo primero –, en todo caso, supone una noticia triste que el principal partido de la oposición abandone nuevamente a su electorado para lograr el aplauso del gobierno, el guiño de la izquierda, el consenso progre.

Recuerdo cuando a Aznar le sacaron aquella publicidad del doberman, quizás a Casado le pongan un perrito faldero, al fin y al cabo, ya no muerde, es demasiado dócil con la izquierda, tan solo gruñe a VOX pero a la vez lo necesita para gobernar, así que, cuanto menos, resulta suicida su estrategia.

“Un discurso brillante” fue lo que le dijo Pablo Iglesias a Casado, un gran halago del que sentirse orgulloso, ¿o no?.

Desde el principio de los tiempos, el hombre a través de la contemplación de todo lo que acontecía a su alrededor ha tratado de explicar los muchos interrogantes que son inherentes a su propia esencia como de ser humano: ¿cómo empezó todo? ¿Cómo y por qué estamos aquí? ¿Cuál es el sentido de la existencia? ¿Hacia dónde vamos? ¿Quiénes somos? Éstos y otros interrogantes surgen de la necesidad que tiene el ser humano por aclarar los fenómenos que suceden en su plano existencial, ya que, el hombre es el único ser que se pregunta sobre la realidad e interactúa para cambiar las cosas.

En la explicación de los fenómenos, sus causas y sus consecuencias, el ser humano ha encontrado en la religión, la ciencia y la filosofía diferentes caminos a través de los cuales hallar respuestas. Tanto la filosofía como la religión son disciplinas totalizantes, esto es, un planteamiento filosófico concreto o una religión establecen una cosmovisión completa, integrando tanto la ética como la política junto al conocimiento y otros saberes, en el caso de la religión las realidades temporales con las eternas, lo humano y lo divino. Es por esto que, los pueblos que han surgido en el planeta se han constituido todos en base a una cosmovisión concreta, por así decirlo, no ha existido nunca una civilización sin su religión, porque ésta aparte de unir y vincular comportamientos con creencias, también ha reportado un cauce cultural de expresión y de vida, ad intra y ad extra, marcando así las formas de relación tanto con la divinidad, como entre iguales y hacia otros pueblos con otras creencias distintas.

Podría decirse que al igual que la filosofía en origen integraba a la ciencia, la religión integraba al derecho, ya que toda comunidad política era sobretodo religiosa, el fundamento de sus leyes o las normas por las que se regía la comunidad, la polis, era un corpus religioso. Desde el código de Hammurabi, pasando por la Torá y el Talmud o la Biblia, todos y cada uno de ellos contenían preceptos éticos, jurídicos y morales. Así visto, las realidades temporales tenían que guardar un orden, ya que el fundamento de la norma no era el derecho en sí sino la adecuación a lo que había prescrito la divinidad; esto con el desarrollo de los años daría lugar a las tesis sobre el derecho natural (por encima de las leyes que establecen los Estados o los imperios, existe una ley natural o conjunto de ellas, cuya validez no depende de las decisiones humanas sino que responden a la naturaleza de las cosas, a Dios como legislador universal y la razón), junto con la idea de que existen principios eternos y universales de moralidad (derecho natural), que dichos principios son cognoscibles (mediante la fe, la razón y la intuición) y sólo se puede considerar auténtico derecho a aquellas leyes (humanas) que no contradicen el Derecho Natural.

A lo largo de la historia, la religión iba a conformar un poder en sí misma y es que en el pasado era el fundamento de la cosmovisión de toda civilización, por tanto, el poder temporal iba a tratar de acomodarse a la concepción religiosa para gobernar sus territorios y asociar su mandato con el visto bueno de los valores imperantes. Esta relación entre el poder político y la religión provocaría todo tipo coyunturas, mezclándose así, lo humano y lo divino.

Sin embargo, no todas las épocas iba a ser tan tolerantes, así la Ilustración iba a confrontar con el mundo religioso al desplazar “lo divino” a un segundo plano, al considerarlo fruto de la superstición y la ignorancia, fomentando un movimiento científico e intelectual de corte laico, aunque también fomentaría una religión sin Dios, un deísmo a través del cual regir a la sociedad sin la influencia de moralistas; sin olvidar el peso del protestantismo como eje liberalizador del cristianismo, al relativizar y hasta rechazar los dogmas al entronizar la libertad como principio rector de la vida. A la Ilustración le sucedió la revolución francesa, el periodo revolucionario no hizo sino ahondar en el conflicto político-religioso al pretender superponer al segundo bajo la voluntad popular. La superposición del poder espiritual (la Iglesia) a manos del poder temporal aconteció de manera simbólica en la catedral de Notre Dame, en Noviembre de 1807, cuando Napoleón se coronó a sí mismo, ante la atenta mirada del Papa Pío VII, como emperador. Decir que, la tradición imponía que era el Papa como representante de Dios en la tierra quien coronaba y nombraba a los gobernantes (hablo del rito, no de la elección), al estar el poder terrenal por debajo del celeste.

Luego llegaría el constitucionalismo y el modernismo, etapas donde el poder se vincularía al derecho y en el que las religiones serían consideradas como un vestigio del Antiguo Régimen, algo a superar. A través de la famosa metáfora de Nietzsche “Dios ha muerto” se inspira toda una época en la que se rechazan los valores morales que refieren a principios absolutos, se buscan otros valores que fundamenten los nuevos tiempos; sin embargo, tal y como Francisco de Goya aventuraría en un grabado “el sueño de la razón produce monstruos” y es que, tomando como referencia al filósofo alemán, en dicho país surgiría un sistema de gobierno legalista, racionalista y ateo que alejado de los principios morales, la ley natural y cualquier alusión trascedente de justicia divina, emprendería toda una carrera de violación de libertades y exterminio de vidas humanas, amparado en todo momento conforme al sistema legal que ellos mismos se habían dotado.

Fruto de este derecho formalista que en ningún modo atendía a razones de justicia o moralidad, se llevaron a cabo todo tipo de barbaridades en nombre de la Ley (ej: el sistema legal nazi no consideraba a los judíos como personas, por lo que su asesinato no constituía delito). La perversión de la legalidad traería de vuelta al iusnaturalismo y a las religiones, no como poder en sí mismas sino como jueces de la moral, del comportamiento de los Estados.

En la época actual, circunscrita en lo que se etiqueta culturalmente como posmodernismo, las relaciones entre el poder político y el religioso se llevan a cabo a través de legislaciones, nacionales e internacionales, en las que se establecen los cauces de interacción de los diferentes órdenes (educativo, económico, lugares de culto, etc) que afectan a los creyentes y las confesiones religiosas, en cuanto que, un creyente es a la vez ciudadano de un Estado.

Pero los Estados modernos poco o nada tienen que ver con aquellos reinos en los que se amoldaba la legislación de entonces conforme al mandato divino. Hoy día ha triunfado la democracia que es un sistema de gobierno. Todo sistema de gobierno de seres humanos, sea democrático o no, es un sistema político; la política es la organización del poder, es decir, la administración de la libertad en un Estado, en relación con los miembros de ese Estado o con otros Estados. Se aprecia así, que la nota común es la horizontalidad, mientras que en la religión el eje es vertical, porque vincula el poder civil con el divino. En las democracias, el poder emana de la voluntad popular, esto es, la mayoría impone su ley.

Esta organización del poder político, la administración de la libertad del Estado y con otros Estados se denomina democracia, pero las cosas no vienen determinadas por su nombre o su lenguaje sino por su esencia, así que, convengamos que la democracia en sí no es nada, que necesita unos valores y unos principios para que “lo democrático” sea efectivo. Y ¿qué principios avalan a la democracia? Pues aquellos que decidan la mayoría, ya que, bajo este sistema de gobierno no se premia a los mejores, ni a los más sabios, la voz cantante depende exclusivamente del número, es decir, en las democracias prima la cantidad sobre la calidad; no importa tanto que se adopten propuestas justas sino que lo fundamental es que sean adoptadas por la mayoría.

Evidentemente, esto supone una relación de conflicto con la religión, ya que el criterio cuantitativo no es fundamento de moralidad (un comportamiento inmoral practicado en masa no deja de ser malo para convertirse en bueno), también hay que añadir que fruto de las etapas previas (ilustración y modernismo sobretodo) se mantiene el desprecio a “lo religioso” como afrenta a la tradición cultural que comporta (aquella que nos habla de moralidad, de autoridad, valores tradicionales, de justicia, etc) toda vez que, el modernismo se caracteriza por reducir la existencia humana a pura experiencia material, banal y de silenciar cualquier aspiración nostálgica de trascendencia, de ahí que se promueva la indiferencia religiosa, el relativismo o el secularismo.

¿Cuál es el fundamento de la democracia? La ley (el imperio de la ley, en cuanto que emana de la voluntad popular) y ésta no se rige por el derecho natural sino por la concepción formalista del derecho, aquella en la que no persigue la justicia sino que tan sólo busca que las normas sean válidas. Las democracias entronizan a Kelsen y su teoría de la pirámide normativa, una pirámide que al igual que las religiones establecen un marco jerárquico pero su fundamento no es Dios ni la ley natural sino que sea dada por el órgano competente siguiendo el procedimiento legalmente establecido. Es decir, la carga axiológica de las leyes vendrán establecidas por las ideologías de sus gobernantes o de los organismos internacionales o supranacionales que a través de tratados y otras legislaciones establezcan sus normas vinculantes.

En ese contexto, difícilmente las religiones pueden dejarse oír, viviendo en un ambiente asfixiado por normas y procedimientos, armonizado mediante ideologías (recordemos que las religiones no tergiversan la realidad, las ideologías sí). Pero aún así subsisten, a través de mecanismos tales como “la objeción de conciencia” que viene a ser un espacio donde el Estado acepta que los creyentes de una religión (con la que previamente guardan algún tipo de acuerdo legal) puedan dar prioridad a sus creencias religiosas por delante de las creencias estatales (creencias estatales son las leyes del Estado a través de las cuales se regulan propuestas ideológicas en una dirección concreta o buscando un resultado determinado) siempre que exista conflicto, así por ejemplo, por medio de la objeción de conciencia se podía realizar en España el servicio sustitutorio de la Mili (servicio militar obligatorio) cuando estuvo vigente, o también la ley del aborto permitía a los profesionales católicos (personal médico) para no llevar a cabo tales intervenciones contrarias a sus creencias religiosas. Si bien últimamente, el gobierno actual, más beligerante con la religión cristiana está buscando la forma de anular este derecho individual (la objeción de conciencia) para que sus leyes ideológicas no encuentren ningún límite, así el derecho de la mujer a interrumpir voluntariamente su embarazo, previsto en la ley 2/2010 de salud sexual y reproductiva encuentra en los objetores un obstáculo para realizarse, algo que se pretende evitar.

Otro mecanismo de supervivencia de las religiones en las democracias son los llamados concordatos o acuerdos entre las confesiones religiosas y los Estados; en el caso de España, la Iglesia católica celebró a cabo pactos con rango de tratado internacional, materializándose las relaciones de cooperación a las que se aluden en el artículo 16.3 de la Constitución española, por ser la religión tradicional del país, la que forma parte de su historia. Acuerdos aceptados como válidos por el Tribunal Constitucional y totalmente integrados en la legalidad española.

Claro que, la supervivencia estaría garantizada si la Iglesia o la religión de turno fuera dócil al poder político, en ese caso perviviría como una institución más, avalaría sus tesis y propuestas, las difundiría y justificaría sus actos. ¿Debe la Iglesia o una confesión religiosa subvertir su esencia para convertirse en una extensión más del Estado o del gobierno? Parece que lejos de considerar a la democracia como un sistema de gobierno justo sería un sistema de gobierno tiránico, ya que, no permite opinión en contra. Esto mismo lo advirtió en su día Platón, el filósofo griego identificaba a la democracia como un sistema de gobierno corrupto que desembocaba siempre en tiranía.

El Estado español a través de movimientos laicistas que forman parte de su estructura acusan a la Iglesia de inmiscuirse en la política y para ello siempre citan el siguiente pasaje bíblico: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” Arrojemos luz, lo propio del César son las cuestiones terrenales, las de naturaleza temporal. Sin embargo, no corresponde al César los principios de orden moral que surgen de la misma naturaleza humana. Es decir, niegan a la Iglesia la libertad de enjuiciar la moralidad de sus actuaciones temporales y los fundamentos éticos del orden temporal. ¿Quién invade a quién? Ellos.

Lo que pretenden es que nadie los enjuicie, que la Iglesia se ajuste a lo que establece el poder político, y no, por ahí no.

Porque transitar ese camino conlleva a justificar el pensamiento único, a subvertir la justicia y el orden natural en beneficio de una tiranía legalicista y relativista que anula todo juicio moral para no tener mala conciencia con las iniquidades que puede llevar a cabo; la democracia no quiere a nadie que le recuerde lo que está bien y lo que está mal, por eso, tal y como decía Platón, la democracia deriva en tiranía, se considera a sí misma como fundamento de moralidad, juez y parte. Anula cualquier tipo de racionalidad ética al pretender identificar el voto de la mayoría como “lo justo” de ahí que en España hayamos pasado en poco tiempo de considerar al aborto como un delito a convertirlo en un derecho, sin más fundamento que la aritmética parlamentaria.

Todo parece indicar que no hemos aprendido ninguna lección de la historia.

Rafael Gutierrez

¿Cuál fue el propósito de la moción de censura de VOX?

Claramente fue un intento fallido de comandar la derecha y por ende la oposición al
gobierno de Sánchez e Iglesias. Vimos un animado debate donde las propuestas
brillaron por su ausencia, cada uno recurriendo a los temas en los que se supone
sacarían mas rédito en previsión de unas futuras elecciones generales.

Por un lado el extremismo populista de derechas de VOX y por otro el PP como
heredero de gobiernos con unos resultados aceptables.

El portavoz y el candidato de VOX hicieron su discurso populista basado en soluciones
simples a problemas complejos, siguieron con su hipocresía por que según el señor
candidato se puede concebir Europa de varias maneras pero no se puede hacer lo
mismo en España, solo ellos son buenos españoles y deciden quien lo son. Su cantinela
anti-autonomista Pro- constitución que en si es un sinsentido y el comodín de los
muertos. Todo ello regado por los bulos y chascarrillos de siempre. El remate fue el
ataque a la unión europea, de cuya caridad por desgracia dependemos, soltando
perlitas como tildarlo de la idea de Hitler, queriendo una Europa del estilo del señor
Orban y no del bloque europeísta clásico, curiosamente Hungría ha lanzado una
campaña turística para entrar en el mercado turístico Low cost.

Ese programa y ese mensaje tienen los seguidores contados y son fieles, por que no
optar mejor a los votantes de centro derecha que son tres quintos del total de los votos
perdidos debió pensar Casado

Al señor presidente del gobierno se le abrió el cielo no teniendo ninguna dificultad
para desmentir y rebatir los argumentos del señor candidato, tampoco es que se lo
pusiera muy difícil.

Hasta que llego el turno del señor Casado, una tensa incertidumbre se cernía en el
hemiciclo mientras se dirigía al atril, unos orgullosos de lo que iba a suceder, otros
intranquilos o disconformes, incluso los hubo esperanzados en que votara si, pensando
que asesores y sociólogos no hubieran avisado de las opciones al líder de la oposición.
Tuvo una intervención mas que correcta desplegando una oratoria sorprendente,
personalmente me gusto la explicación del porque votar no, fue conciso y explicito y
dejo entrever un halo de hombre de estado que no consiguieron darle ni cuando se dejo
barba.

Casado entro como un líder en horas bajas y se descubrió como un líder que no se
pone del lado de la encuesta sino que se opone y la gente le sigue. Es muy simple pelear
por los votos extremistas o volver al PP centrado y con espíritu de estado. ¿Intentar
convencer a los votantes de VOX compitiendo por ver quien dice la burrada mas gorda
u optar a volver a atraer a los electores que tradicionalmente les apoyaba?

A primera vista puede pensarse que el candidato gano, pero esta claro que no. Además
viendo las reacciones, videos, memes y demás lanzados por las redes afines al partido
esta claro que se lo esperaban iban a jugar esa carta pero casado en vez de creer en los
ruidosos supo valorar que la España silenciosa de centro son mas y es mas fácil
atraerlos.

Cuando el señor vicepresidente le alabo el gesto he hizo la explicación pedagógica del
porque del acierto el señor Casado supo atacarle marcando distancia también con el,
por cierto en la replica y contra-replica se vio un duelo intelectual que yo no había
visto. El PP desde su fundación aunque manteniendo los valores y principios
tradicionales ha sabido ir adaptándose a los tiempos y no representa a la España del
sol playa turismo y olé, sino a profesionales liberales con espíritu emprendedor.

Pablo Casado y el P.P salieron como lideres de la oposición después del debate de la
moción de censura presentada por VOX el pasado 22 de octubre, Casado se desmarco
de la deriva populista que habían comenzado para competir con Vox, el caladero
principal de votos del PP no son los extremistas que parecía ser por lo que competía
dejando de lado a la derecha moderna liberal.

Desde que el partido tomo esa deriva la sangría de votos fue considerable, cuando
perdieron las elecciones de 2004 no se recuperaron hasta que abandonaron el discurso
conspiranpoico. Cuando hay facciones internas que opinan que si se hubiese
gestionado de otra forma el atentado incluso hubiesen ganado esas elecciones que de
antemano tenían perdidas.

Ante la situación actual y a un futuro proximo la gente de centro votara a un partido
con experiencia de gestion que ya ha reconducido la situación economica en dos
ocasiones, acaso alguien puede creer, ¿que promocionando el sector primario y el
servicios vamos a alguna parte, que no sea seguir endeudando generaciones y perder
capacidad adquisitiva y derechos laborales? Esa gente que se fue al moribundo
ciudadanos volvera a votar, incluso progresistas que votaron al PSOE se plantearian
votar a un PP regenerado y alejado del extremismo tanto el que estaba jugando el PP
con cayetanas y hernandos como el del PSOE que huye del radicalismo de Sánchez e
Iglesias.

Es un movimiento muy hábil y haciendo un estudio simple vemos que los extremistas en
las primeras elecciones sacaron 52 escaños que no supone ni la mitad que perdieron
comparada con el resultado de 2011.

¿Hay más votantes centristas que extremistas y se han centrado en los primeros?
Espero sinceramente que si.

En el debate Casado estuvo bien asesorado y supo desmontar al candidato, pero si ese
gesto no es el principio de medias de regeneración se quedara en eso en una simple
trifulca parlamentaria e incluso me atrevo a decir que perderá lo avanzado, el PP tiene
capital humano por ejemplo el señor Martínez-Almeida carapolla, el señor López Miras
y un largo etcétera de personas con capacidad y conocimiento.

Espero que sea el comienzo de una racialización de la política y dejemos los extremos
para el futbol. Por fin el ciudadano liberal tradicional vuelve a tener un espacio
político diferenciado del liberalismo veleta de ciudadanos o el populismo rancio de la
España de la playa los toros sol y turismo.