¿Y luego qué?

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¿Y luego qué?

En política a menudo es mucho más sencillo acertar con el diagnóstico que dar con una solución al problema. Para poder prosperar como nación es

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En política a menudo es mucho más sencillo acertar con el diagnóstico que dar con una solución al problema. Para poder prosperar como nación es necesario encontrar respuestas que sean capaces de arrastrar el consenso mayoritario de los españoles sin empujar a un abismo al país. Y aunque parezca imposible yo creo que no lo es, que es ante todo una cuestión de voluntad política. La ciudadanía debe crear los espacios de dialogo necesarios. Deberíamos ser capaces de tener un debate público sobre el país que queremos para llegar a acuerdos de convivencia de cara al futuro. No podemos depender de los partidos políticos que forman parte del sistema, hay motivos para no tener demasiada fe en ellos.

Algo de historia

Es relativamente fácil señalar las culpas de la familia al cargo de la Jefatura del Estado, cualquiera que conozca medianamente la historia de España sabe que posiblemente no se trate de la gente más leal del mundo. A menudo sus reinados han estado vinculados tanto a escándalos de diversa índole como a muchas de las decisiones erróneas que han lastrado las posibilidades de nuestra nación. Algunos historiadores han llegado incluso a hablar de cierto sentimiento patrimonial del Estado por parte de los Borbones.

El actual es solo un episodio más en una larga lista de agravios y deslealtades a la nación que se supone deben representar. Voy a añadir algunos hitos de la historia contemporánea de España que es difícil calificar en términos más suaves sin caer en la condescendencia:

  • El 5 de mayo de 1808 los españoles defendían su patria con poco más que navajas y coraje frente al, por aquel entonces, invencible ejército imperial francés. Mientras tanto en Bayona, el monarca Carlos IV culpa al pueblo español y a su hijo de los “desmanes” frente a Napoleón, a quien le vende el trono por una renta de 30 millones de reales y el sitio real de Chambord. Eso valía España y los españoles para el Rey.
  • Fernando VII también obtiene una pensión de 4 millones de reales de Bonaparte en este acuerdo. Posteriormente regresa a España en 1812, simula su apoyo a la Constitución para convertirse en Rey. Una vez en el cargo vuelve al absolutismo para perseguir y reprimir a los liberales traicionando el juramento realizado. Ángel Fernández de los Ríos señala que el Rey tenía antes de su muerte 500 millones de reales en un depósito en el Banco de Londres, dejando a España con una deuda de 1746 millones de reales. Es visto por la mayoría de los historiadores como el peor Rey de la historia de España.
  • María Cristina de Borbón tuvo que huir dos veces de España fruto de escándalos de corrupción en 1840 y 1854. Se apropió de 78 millones de reales en joyas y 27 millones de dinero público. También se enriqueció del comercio de esclavos con Cuba. España había suscrito el convenio para el fin de la trata y el comercio de esclavos, pero la Reina seguía comerciando de acuerdo a los informes abolicionistas presentados en el Parlamento británico. Fueron las quejas de ese gobierno las que obligaron a la familia real española a abandonar la esclavitud.
  • Isabel II tuvo que abandonar el país en 1868. Durante su reinado toda la familia real recibía pagos de grandes empresarios a cambio de concesiones públicas.

Algunos problemas de la transición

Tras la caída del franquismo la sociedad española no tuvo la oportunidad de decidir si quería o no un Rey. Todo este proceso fue orquestado por las elites políticas y a la ciudadanía se le planteo como una dicotomía, o monarquía parlamentaria o continuismo. Para dotar a la Corona de una legitimidad con la que en aquel momento no contaba se construyó un relato en torno a la figura de un Jefe de Estado moderno que “nos había traído la democracia”. Finalmente, con objeto de atar todo bien atado se añadía un proceso de reforma constitucional extremadamente difícil.

Es cierto que el papel del Rey como freno a los sectores más inmovilistas del régimen y del ejercito fue importante en aquel proceso, y posiblemente aquella constitución fue una buena solución para ese momento de la historia de nuestro país. Otra cosa muy distinta es que la solución siga siendo válida.

El daño causado a la institución con los escándalos de corrupción de La Casa Real tiene mucho más recorrido del que aparentemente pueda parecer. La población está cada vez más cansada. No entiende los motivos por los que hace sacrificios, cuando los que se supone que deben representarla con honor y lealtad se comportan de forma que dista mucho de ser modélica. En cierto modo creo que algunos esperaban que La Corona fuera la institución que velara por los intereses de los españoles más allá de partidos políticos. Quizá yo también lo creía cuando era mucho más joven. Es curioso pensar que posiblemente ha hecho más por la Republica la amiga del emérito que Pablo Iglesias.

El actual Jefe del Estado

Mientras nadie me muestre indicios razonables no tengo por qué sospechar que el Rey Felipe VI no es una persona honrada. Pero que sea alguien honrado no le da la legitimidad necesaria para ser Jefe del Estado, y menos a estas alturas con el cabreo que lleva la gente. Aun suponiendo que fuera una persona brillante con la mejor de las intenciones, para cambiar la tendencia en la percepción por parte de la ciudadanía de La Casa Real tienen que pasar muchas cosas.

Al margen del anacronismo que supone que la jefatura del Estado se transmita por vía genital un Rey puede legitimarse de diversas maneras. No soy el más firme entusiasta de la legitimidad tradicional o carismática, prefiero sin duda la racional. Y la legitimidad racional nace del consenso. El actual Jefe del Estado necesita no solo ser ejemplar, los españoles deben saber que desde esa ejemplaridad se vela por los intereses del conjunto de la nación por encima de ideologías o siglas. Quizá esta podría ser una oportunidad de oro para que un Rey nos traiga la democracia a España, pero una de verdad.

El futuro Jefe del Estado

Porque uno se pone a pensar en cual sería la otra opción… sobre todo en como seria el modelo ideal frente a la chapuza de Pepe Gotera y Otilio con la que podemos acabar – Permítame el lector que haga un pequeño inciso para decir que la obra de Ibáñez, Francisco, no Blasco, es una de las mejores formas de entender este paisanaje nuestro tan pintoresco – vistas las formas de los que rigen los destinos del país.

Si lo que se plantea es quitar al Rey para poner como Jefe del Estado a alguien propuesto por los partidos políticos, por ejemplo como José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy, yo la verdad que no lo veo ¿dar más poder y más dinero a los partidos políticos? ¿En serio?

Si por contra de lo que se está hablando es de eliminar instituciones y distribuir sus escasas funciones entre el resto de órganos del Estado me parece más deseable.

Lo primero que necesitamos tener claro es que los partidos políticos tratarán de aprovechar la tesitura para tutelar una vez más el cambio político de forma que amplíen su parcela de poder. Y para tener alguna posibilidad de evitar esto la sociedad española necesita demostrar madurez en su cultura cívico-democrática. Es imperativo que los ciudadanos seamos capaces de hablar del país que tenemos de forma crítica, pero a la vez de forma constructiva de la España que queremos.

Carencias de la democracia

En la actualidad la forma en la que están planteados los partidos políticos y las altas instituciones del Estado es uno de los principales problemas que tiene España. Los casos de corrupción se suceden por doquier independientemente de bandos. El ciudadano tiene la sensación de que los partidos y los políticos se saben impunes. La única explicación para el número tan elevado de casos es precisamente la sensación de impunidad, el sistema no disuade de forma eficaz frente a la comisión de esta clase de delitos por este tipo de organizaciones e individuos. Ya sea porque se saben por encima de la ley o porque la recompensa supera el castigo.

Las carencias del sistema son más que evidentes para cualquier observador avezado. Para empezar tenemos los tres poderes que emanan de la misma Cámara. Una Cámara que se configura mediante listas cerradas por unos partidos políticos donde la democracia interna y la transparencia no tienen mecanismos de control estatal independiente. Asimismo, no existen vías garantistas para ningún tipo de iniciativa legislativa popular ni de mecanismo revocatorio ¿Los españoles realmente elegimos algo o es solo una ilusión?

A todo esto, hay que sumarle que nuestra constitución es una de las que más deja abierto al desarrollo legislativo posterior. Esto ha permitido a los partidos políticos adaptar a su antojo muchas cosas sin tener que consultar ni rendir cuentas a la ciudadanía.

Los fallos en el Estado de Derecho como el fiscal defensor del Caso Noos o que jamás fuera condenado ni el señor X de los GAL ni M. Rajoy de los papeles de Luis Bárcenas son las grietas de un sistema que fue bonito un tiempo, pero no fue nunca demasiado democrático.

Los problemas territoriales, demográficos o estructurales que ya están aquí es algo de lo que tenemos que hablar también.

Es importante entender algo, esto no se soluciona cambiando un partido por otro, es necesario cambiar el sistema. Es como en informática, cuando el núcleo de un sistema está corrupto a menudo no vale con cambiar el núcleo, también debes replantear el sistema para evitar que se vuelva a enmierdar.

Quizá la República podría ser una solución, pero hay que ir mucho más allá de cambiar el modelo de la jefatura del Estado. Esto nos podría servir para mejorar el sistema político en muchos más aspectos, para eso sí puedo plantearme cambiar a una república.

Una república para todos

Es clave comprender que una república democrática es un sistema político completo por sí mismo, por definición no es ni de derechas ni de izquierdas, necesariamente debe incluir a todo el espectro político. Una hipotética Tercera República debe nacer del consenso hacia unas nuevas, y a ser posible mejores, normas de juego democrático. Debe dejar de mirar hacia atrás y comprender el presente pensando en el futuro.

En todo cambio de sistema, a ese nuevo conjunto de valores y normas de convivencia lo representan nuevos símbolos que integran y cohesionan al conjunto de la ciudadanía con la ilusión como motor. Ese es probablemente uno de los mayores escollos para el advenimiento de una república, el discutible legado de las anteriores experiencias. La idealización de la Segunda República y el uso de sus símbolos por parte de la sociedad no facilita que las personas que tienen posiciones más conservadoras perciban una posible próxima experiencia republicana con una perspectiva halagüeña. Y por mucho que les chirríe a algunos para tener una república necesitas también republicanos de derechas.

¿Estamos todos dispuestos a hacer concesiones para hacer del nuestro un país que funcione un poco mejor? ¿O vamos a seguir eternamente tirándonos unos a otros los trastos a la cabeza? Yo no sé a vosotros, pero a mí me da menos pereza tener este debate que huir del país mientras una mitad se lía a palos con la otra. Honestamente creo que podemos tener algo mejor que una monarquía parlamentaria podrida hasta los cimientos. Es hora de demostrar al resto del mundo que los españoles sabemos hacer algo más que pelear unos contra los otros.

Nota a toro pasado. Este tema es algo que da para un libro, esto solo pretende ser una aproximación.

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